"Las cumbres climáticas siempre tendrán un aire de desesperación porque es fácil para las naciones acordar objetivos colectivos ambiciosos incluso cuando, individualmente, los gobiernos son mucho más reacios a prometer una acción sólida".
"Las cumbres climáticas siempre tendrán un aire de desesperación porque es fácil para las naciones acordar objetivos colectivos ambiciosos incluso cuando, individualmente, los gobiernos son mucho más reacios a prometer una acción sólida".
David G. Victor

A medida que finaliza la en Madrid, se hace evidente que las cumbres climáticas están estancadas. El trabajo de reducir las emisiones globales se está volviendo cada vez más difícil.

Estos eventos se han convertido en festivales en los que los líderes hablan de liderazgo. Pero el liderazgo no importa sin seguidores.

En 1990, cuando las Naciones Unidas comenzaron por primera vez las conversaciones diplomáticas sobre el , los países, ciudades, estados y provincias a punto de convertirse en líderes en política climática representaron alrededor del 34% de las emisiones globales de dióxido de carbono de la quema de combustibles fósiles y operaciones industriales, según mi investigación. Ese grupo incluía a casi toda la Europa de hoy, a alrededor de un tercio de los estados de Estados Unidos, a la mayoría de las provincias de Canadá, Japón, Corea y algunos otros países.

Hoy, los líderes climáticos confiables representan aproximadamente el 20% de las emisiones globales, un porcentaje que sigue disminuyendo a medida que se realizan más recortes mientras que las emisiones del resto del mundo siguen creciendo. Cuanto más representativos son los líderes, menos relevancia directa tienen para el problema climático. Peor aún, las emisiones de países que a menudo han bloqueado la acción sobre el cambio climático –Rusia, Arabia Saudí y otros miembros de la OPEP, el cartel exportador de petróleo– ahora alcanzan el 12,4%, y están aumentando. El resto de emisiones de dióxido de carbono en el mundo –dos tercios del total– proviene de países a los que les importan mucho más otros temas antes que el cambio climático.

Los programas agresivos para convertir economías enteras en energía renovable a un ritmo vertiginoso probablemente no logren generar más seguidores, porque el gasto y la dificultad de reemplazar rápidamente el último 20% o 30% de la capacidad restante de generación de combustibles fósiles por una red eléctrica con energía eólica y solar poco confiable es un costo que no soportará ninguna sociedad. Todavía necesitaremos esas plantas de combustibles fósiles para anclar la mayoría de las redes a fin de que la electricidad sea confiable y asequible.

Por el contrario, demostrar cómo resolver problemas difíciles a un costo razonable, sí podría ayudar a obtener más seguidores.

Las soluciones que ayudan a proteger el clima mientras brindan beneficios más tangibles –como la reducción de la contaminación del aire– son formas particularmente efectivas para que los líderes inspiren a seguidores.

Los líderes también pueden trabajar para acelerar la difusión de ideas, como lo ha hecho Dinamarca, por ejemplo, al transmitir a los operadores de redes eléctricas de China lo que ha aprendido sobre operar una red con mucha energía eólica variable. Cuando la pequeña Dinamarca usa más viento, el impacto en las emisiones globales es minúsculo; cuando China lo hace, el efecto puede ser enorme.

En Madrid, formé parte de un equipo que lanzó un estudio que muestra lo que se necesita en cada sector económico para reducir las emisiones y cómo los líderes pueden marcar la diferencia. Mientras hacíamos nuestro trabajo, nos sorprendió y nos molestó el poco esfuerzo político e industrial que se ha movilizado para descarbonizar profundamente las economías, a pesar de las tres décadas de conversaciones internacionales sobre cambio climático. Para modificar eso, ofrecimos dos amplias recomendaciones:

La primera es que los países deben ir más allá de poner un precio al carbono o adoptar objetivos de emisiones audaces. Lo que se requiere para reducir las emisiones es un enfoque más estratégico para la formulación de políticas dirigido a reconfigurar tecnologías, modelos de negocios, infraestructura y mercados en los sectores económicos de emisión de gases de efecto invernadero de cada país.

La segunda es que, aunque la diplomacia climática formal tiende a organizarse en torno a los países, el enfoque real tanto para los gobiernos como para las industrias debe ser coordinar las acciones en los sectores económicos para reducir las emisiones. Por supuesto, los gobiernos deben participar para aumentar los incentivos a la inversión en tecnologías prometedoras, y nivelar los campos de juego para que los primeros en adoptar tecnologías verdes no se vean obstaculizados por las limitaciones de la competitividad.

Las cumbres climáticas siempre tendrán un aire de desesperación porque es fácil para las naciones acordar objetivos colectivos ambiciosos incluso cuando, individualmente, los gobiernos son mucho más reacios a prometer una acción sólida. La acción siempre quedará atrás de la ambición.

La verdadera prueba de liderazgo no es “una ambición más fuerte”, sino la difusión más rápida de nuevas tecnologías y enfoques que reducirán las emisiones rápidamente. Son los seguidores quienes determinarán el destino del planeta.


–Glosado y editado–

© The New York Times