El lunes, los bomberos, con ayuda de comerciantes, lucharon contra el fuego durante horas en la galería La Cochera, en Mesa Redonda. Ayer, las llamas se reavivaron en un edificio colindante al lugar siniestrado. (Richard Hirano)
El lunes, los bomberos, con ayuda de comerciantes, lucharon contra el fuego durante horas en la galería La Cochera, en Mesa Redonda. Ayer, las llamas se reavivaron en un edificio colindante al lugar siniestrado. (Richard Hirano)
Enrique Bonilla Di Tolla

es una galería comercial cuyo nombre seguramente mantiene de su uso anterior como playa de estacionamiento. La persistencia del nombre para un uso distinto alude a que guardar autos y guardar puestos comerciales es, para algunos, básicamente lo mismo. Y probablemente allí radique su principal problema: hace mucho, se entiende que la actividad comercial consiste en acumular puestos como quien acumula plazas de automóviles en un estacionamiento.

Las galerías comerciales son ese invento peruano que va a mitad de camino entre el mercado de abastos y el centro comercial, teniendo más del primero que del segundo. Es más, recuerdo que cuando estas recién aparecieron se utilizaba el reglamento de mercados para diseñar las galerías, hasta que fueron adquiriendo nombre propio y hoy día son una tipología arquitectónica presente en todas las ciudades del Perú. Las galerías comerciales fueron en su momento la solución para retirar a los ambulantes de los espacios públicos, y, como sucede siempre en nuestro país, lo temporal se convierte en definitivo y así por el estilo.

Revisando las normas existentes sobre las galerías comerciales tanto en las ordenanzas municipales para el distrito del Cercado de Lima, como en el Reglamento Nacional de Edificaciones, todas enfatizan el tamaño de los puestos. Estos oscilan entre cuatro y seis metros cuadrados. También se señala anchos mínimos para pasajes y circulaciones, la obligatoriedad de accesos diferenciados para el público y la mercadería, el número de estacionamientos y otros que velan por las instalaciones y la seguridad. Dudo que La Cochera cumpla varios de estos requisitos, pero empecemos por lo básico: no me queda claro si es una galería comercial o una galería ferial, otro eufemismo para denominar a algo que es casi lo mismo, pero más precario. Si fuera esto último –como parece–, no debería siquiera estar dentro del Centro Histórico, porque el Decreto de Alcaldía 040 del año 2001 así lo dispone.

Ninguna de las normas revisadas apunta a algo que me parece fundamental: cuáles son aquellas características o mejores requisitos que tienen que tener los terrenos o lotes donde debe edificarse una galería comercial. Sería deseable que esta contara por lo menos con dos frentes que garanticen su pronta evacuación en casos de siniestro.

Esto es particularmente grave en el Centro Histórico de Lima donde, por configuración urbana, los lotes son oblongos; es decir, mucho más largos que anchos. El lote donde se ubicaba La Cochera es un lote de frente estrecho de cerca de veinte metros por casi una cuadra de fondo. El incendio reciente se produjo muy cerca de la parte frontal y, felizmente, a una hora en que no había presencia de público. De lo contrario, simplemente no hubiera habido forma de salir de ese predio y la catástrofe habría cobrado muchas víctimas.

Por lo tanto, es necesario que se revise la pertinencia de seguir desarrollando una actividad comercial tan intensa en sectores como Mesa Redonda donde, además de los aspectos señalados, las vías son angostas y suelen estar bastante saturadas la mayor parte del día, lo que dificulta cualquier acción de mitigación por falta de accesibilidad. Pero para eso hacen falta planes, y eso es lo que el Centro Histórico de Lima no tiene desde hace casi una década.

Un comentario final. Leo en los diarios que esta es la segunda vez en pocos años que se incendia La Cochera. Como imagino que con el pasar de los días se reabrirá –en el Perú parece que todo pasa y nada queda; es más, se olvida rápido–, tal vez valga la pena que por lo menos le cambien de nombre: Galería La Trampa podría ser uno de ellos, que de seguro no alude a su pasado, pero inexorablemente señalará su futuro.