“Estimar el efecto a largo plazo de la pandemia del COVID-19 no implica una predicción exacta, sino un ejercicio para sopesar las probabilidades y ajustar las políticas actuales”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
“Estimar el efecto a largo plazo de la pandemia del COVID-19 no implica una predicción exacta, sino un ejercicio para sopesar las probabilidades y ajustar las políticas actuales”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza
Joseph S. Nye

Cualquier esfuerzo por visualizar la geopolítica luego de la debe incluir una gama de futuros posibles. Sugiero aquí cinco futuros factibles para el 2030, aunque, obviamente, se pueden imaginar otros.

El fin del orden liberal globalizado. El orden mundial establecido por Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial creó un marco de instituciones que condujo a una liberalización considerable del comercio y las finanzas internacionales. Ya antes de la pandemia, este orden se enfrentaba al desafío planteado por el ascenso de China y el crecimiento del populismo en las democracias occidentales. China se benefició de este orden, pero en la medida en la que su peso estratégico crece, insiste en fijar estándares y reglas. Estados Unidos resiste, las instituciones se atrofian y los llamados a la soberanía aumentan.

Un desafío autoritario al estilo de los años 1930. El desempleo masivo, la mayor desigualdad y la disrupción comunitaria como consecuencia de los cambios económicos provocados por la pandemia crean condiciones favorables para una política autoritaria. No faltan emprendedores políticos deseosos de utilizar el populismo nacionalista para ganar poder. El nativismo y el proteccionismo aumentan. Los aranceles y las cuotas sobre los bienes y la gente aumentan, y los inmigrantes y refugiados se convierten en chivos expiatorios. Los estados autoritarios buscan consolidar esferas regionales de interés, y varios tipos de intervenciones aumentan el riesgo de un conflicto violento. Algunas de estas tendencias eran visibles antes del 2020, pero las perspectivas débiles de una recuperación económica debido al aumentan la probabilidad de este escenario.

Un orden mundial dominado por China. En tanto China , la distancia económica entre el gigante asiático y otras potencias cambia drásticamente. La economía de China supera a la de un Estados Unidos en decadencia a mediados de los años 2020, y China amplía su liderazgo sobre otros países que supieron ser potenciales contendientes, como la India y Brasil. En su matrimonio diplomático con Rusia, China se vuelve cada vez más el socio principal. No sorprende que China exija respeto y obediencia en función de su creciente poder. La iniciativa es utilizada para influir no solo en los vecinos, sino en socios tan distantes como Europa y América Latina. Los votos contra China en las instituciones internacionales se vuelven demasiado caros, pues ponen en peligro la ayuda o la inversión china, así como el acceso al mayor mercado del mundo.

Una agenda internacional verde. No todos los futuros son negativos. En muchas democracias, la opinión pública está empezando a darle una y a la conservación ambiental. Algunos gobiernos y empresas están reorganizándose para lidiar con estas cuestiones. Incluso antes del COVID-19, se podía prever una agenda internacional definida por el foco en cuestiones verdes. Al resaltar los lazos entre la salud humana y la planetaria, la pandemia acelera la adopción de esta agenda.

Más de lo mismo. En el 2030, el COVID-19 parece tan lamentable como se veía en 1930. Las condiciones previas persisten, pero, junto con el ascenso del poder chino, el populismo doméstico y la polarización en Occidente, y con más regímenes autoritarios, existe cierto grado de globalización económica y una consciencia cada vez mayor sobre la importancia de la globalización ambiental, sustentada por el reconocimiento de que ningún país puede solucionar esos problemas por sí solo. Estados Unidos y China logran cooperar en el terreno de la pandemia y del cambio climático, aunque siguen compitiendo en otras cuestiones, como las restricciones a la navegación en el Mar de la China Meridional y en el Mar de China Oriental. La amistad es limitada, pero la rivalidad está bajo control. Algunas instituciones se debilitan, otras se reparan y otras se inventan. Estados Unidos sigue siendo la potencia más grande, pero sin el grado de influencia que tenía en el pasado.

Cada uno de los primeros cuatro escenarios tiene, digamos, una posibilidad en 100 de aproximarse al futuro en el 2030. En otras palabras, hay menos de la mitad de probabilidades de que el impacto de la pandemia reformule profundamente la geopolítica en el 2030. Varios factores podrían alterar estas probabilidades. Por ejemplo, el rápido desarrollo de vacunas efectivas, confiables y baratas, que se distribuyan ampliamente a nivel internacional, podría aumentar las probabilidades del escenario de la continuidad y reducir las de los escenarios autoritario o chino.

Pero si debilita las alianzas de Estados Unidos y las instituciones internacionales, o daña la democracia en el país, las probabilidades del escenario de la continuidad o del escenario verde disminuirían. Por otro lado, si la Unión Europea, inicialmente debilitada por la pandemia, logra de los estados miembro, podría convertirse en un actor internacional importante capaz de aumentar las probabilidades del escenario verde.

Otras influencias son posibles y el COVID-19 puede producir cambios domésticos importantes relacionados con las desigualdades en la atención médica y en la educación, así como espolear la creación de mejores acuerdos institucionales para prepararse para la próxima pandemia. Estimar el efecto a largo plazo de la pandemia del COVID-19 no implica una predicción exacta, sino un ejercicio para sopesar las probabilidades y ajustar las políticas actuales.


–Glosado y editado–

Project Syndicate, 2020