"Los poderes detrás del trono, como poderes fuertes, no solo influyen sobre los débiles poderes del trono, sino sobre los controles fiscales, judiciales y constitucionales del sistema político, a los que buscan someter o anular".
"Los poderes detrás del trono, como poderes fuertes, no solo influyen sobre los débiles poderes del trono, sino sobre los controles fiscales, judiciales y constitucionales del sistema político, a los que buscan someter o anular".
/ EDUARDO CAVERO
Juan Paredes Castro

Uno de los grandes problemas de este tiempo es que presidentes y primeros ministros siguen abriendo peligrosos espacios a poderes detrás de los suyos, que terminan prevaleciendo sobre los propios.

Este mal histórico no solo altera gravemente responsabilidades de gobierno y Estado, confundiéndolas, suplantándolas, desnaturalizándolas y envileciéndolas, sino que generalmente carece de penalidades concretas.

Quien haya ejercido el poder detrás del trono, lo detente en la actualidad o aspire a conquistarlo, sabe muy bien, de América a Europa, de África al Medio Oriente y de Asia a Oceanía, que el mayor beneficio que puede obtener de esa instancia es el de la impunidad.

Muchos han pasado alegremente del trono al poder detrás del trono y retornado de detrás del trono al trono, y así sucesivamente, no en un juego de tronos sino en una permanente captura y recaptura de tronos. No se conocieron en su momento más enroques de poderes visibles e invisibles en México que los que caracterizaron a los mandatos presidenciales de La Madrid, Salinas y Zedillo; y en Argentina que aquellos otros construidos por los Kirchner (Néstor y Cristina) primero y ahora por los Fernández (Alberto y nuevamente Cristina, en la presidencia y vicepresidencia, respectivamente) después.

Si bien muchos de estos poderes tras el trono terminan con graves comisiones de delitos, entre ellos de corrupción y violación de derechos humanos, como es el caso de Vladimiro Montesinos en el Perú, que prácticamente cogobernó 10 años con Alberto , lo que llama a escándalo es que casi nunca son investigados ni juzgados ni sancionados por usurpar cargos y funciones del más alto nivel de gobierno y Estado.

Posiblemente, ni Montesinos ni se informaron alguna vez de las artes políticas del cardenal-duque de Richelieu, que en la práctica reinó más que el mismísimo Luis XIII de Francia, pero el jefe de Inteligencia del gobierno de Fujimori y la esposa del expresidente Ollanta Humala manejaron tantos hilos de poder como pudieron entre el 90-2000 y el 2011-2016, respectivamente, bajo total impunidad. Ambos son investigados hoy por graves delitos de corrupción. Ninguno, por supuesto, por haber usurpado cargos, funciones y prerrogativas que no les correspondían.

Los poderes detrás del trono, como poderes fuertes, no solo influyen sobre los débiles poderes del trono, sino sobre los controles fiscales, judiciales y constitucionales del sistema político, a los que buscan someter o anular. Esto se replica más fácilmente hacia abajo, en ministerios y direcciones de línea, con sus porciones burocráticas de más sombra que luz. Y en la medida en que los pasillos del trono puedan ceder a intereses privados, estos también pueden convertirse en poderes detrás del trono, en pos de influencia e impunidad.

Habiendo sido parte, junto con Mercedes Araoz, de los poderes detrás del trono bajo la presidencia de Pedro Pablo Kuczynski, no creemos que el hoy mandatario ignore, por ingenuo y mandón que parezca, que con él pasa ahora lo mismo.

Si Kuczynski tenía dos o tres poderes detrás del trono buscando permanentemente adquirir más influencia política que él, Vizcarra se ha rodeado, como nadie, de poderes detrás del trono en distintas direcciones, como Edmer Trujillo en Transportes y Comunicaciones y otras ascendientes mayordomías palaciegas.

No se conoce una presidencia en las últimas décadas en el Perú más influenciable y manipulable desde dentro y fuera que la que encarna Vizcarra. Desde el día que asumió el Gobierno luego de la renuncia de Kuczynski se puso prácticamente en manos de poderes detrás del trono que son los que, en efecto, rigen, desde las sombras, el destino del país.

No son ciertamente las sombras tenebrosas de Montesinos bajo el régimen autocrático de Fujimori. Pero tampoco estamos ante una presidencia transparente ni predecible. Cualquier cosa puede pasar con ella y desde ella. Lo que parecía perdurable (nuestra democracia de 20 años) se ha vuelto provisional. Ha pasado a vivir en modo Vizcarra.