“Un claro indicio de lo que vendrá en el futuro se encuentra en cómo los países han gestionado esta crisis sanitaria”. (Ilustración: Rolando Pinillos Romero).
“Un claro indicio de lo que vendrá en el futuro se encuentra en cómo los países han gestionado esta crisis sanitaria”. (Ilustración: Rolando Pinillos Romero).
/ Rolando Pinillos Romero
Giulliana Reggiardo

Con la llegada del , los países han puesto en evidencia la funcionalidad, fluidez y efectividad de sus sistemas de creación de políticas públicas, donde destacan sus mecanismos en materia de política exterior. Primero, para la repatriación de los ciudadanos desde el extranjero; luego, para la urgencia de la cooperación en materia sanitaria; y ahora, en .

Esta crisis ha generado grandes cambios en el sistema internacional y ha impactado en las políticas internas reactivas. En palabras del politólogo estadounidense , “las crisis importantes tienen consecuencias generalmente imprevistas”. Sobre esta nueva situación, si bien las consecuencias más inmediatas las podemos ver en los ámbitos económico y sanitario, todavía es pronto para determinar el impacto total. Para los países, es un gran desafío aminorar estos efectos con anticipación. Por ello, un buen sistema de planeamiento es clave para afrontar los desafíos que vendrán. A un orden internacional de por sí anárquico, se suma ahora una mayor incertidumbre en las relaciones entre los estados por una crisis sin precedentes.

Un claro indicio de lo que vendrá en el futuro se encuentra en cómo los países han gestionado esta crisis sanitaria. Fukuyama señala que la distribución global del poder continuará desplazándose hacia el este, ya que Asia Oriental ha tenido un mejor manejo de la situación (Vietman, Corea del Sur y Singapur). El diplomático estadounidense Richard Haass, por su parte, menciona que la condición doméstica de Estados Unidos tiene influencia directa en su proyección hacia el mundo. Para Haass, Estados Unidos está experimentando tres situaciones problemáticas en simultáneo: la pandemia, las réplicas económicas de esa emergencia y . Si Estados Unidos no logra superar dichas divisiones sociales y políticas, las perspectivas globales para la democracia podrían debilitarse.

Por otra parte, desde la teoría de las relaciones internacionales, se podría determinar que la situación pre-COVID-19 era de un equilibrio de poder. Ningún hegemón –ni China ni Estados Unidos– era preponderante en el escenario internacional. Cabe preguntarse, en consecuencia, si después de la pandemia existirá aún un equilibrio de poder o si China surgirá como nuevo hegemón. La respuesta dependerá de diversos factores, entre ellos, si Beijing aspira a tener un rol de liderazgo mundial. Hasta el momento, ni China ni Estados Unidos han dado indicios de asumir dicho papel. Esto nos lleva a pensar en la posibilidad de un mundo multipolar o incluso apolar. Este escenario nos recuerda al período después de la crisis del 2008. En este contexto, el rol de los países de renta media, como el Perú, quedará determinado por la claridad en sus objetivos para generar estrategias que incluyan acciones de relacionamiento con los demás países a fin de lograr alcanzar dichos objetivos.

En un marco de incertidumbre sobre la nueva configuración del orden mundial, podemos asumir que la política exterior de los países será crucial para las relaciones entre los Estados y el logro de sus intereses nacionales. La construcción de una política exterior consensuada, unificada y articulada con los actores internos es el gran reto que muchos países deberán afrontar en el período pospandemia, además de considerar la importancia de temas como la ciencia y tecnología y la seguridad humana. La pandemia en sí no ha hecho más que visibilizar los espacios de fortalecimiento que el Estado requiere para la construcción de políticas públicas que solucionen de mejor manera los problemas de cara al ciudadano.