Norma Correa Aste

Ayer se conmemoró el Día Internacional de la Mujer #8M, fecha que nos invita a reflexionar sobre la situación de las mujeres y los desafíos pendientes. De los 34 millones de peruanos, las mujeres somos la mitad. A pesar de ello, cada vez hablamos menos sobre los derechos de las mujeres. Hace una década, la lucha contra la violencia de género llenaba las calles en movilizaciones de alcance nacional (#NiunaMenos). Hoy la igualdad de género parece haberse convertido en una mala palabra, que se esconde debajo de la mesa para no incomodar.

Las desigualdades de género en el Perú impactan en trayectorias personales, familiares y profesionales. Responder a las barreras económicas y sociales que afectan a las mujeres es urgente, tanto para mejorar su acceso a oportunidades, como para impulsar el crecimiento y el desarrollo del Perú. Por ejemplo, el Índice Regional de Brechas de Género publicado por el IPE evidencia que existe una relación entre la brecha de género, la competitividad y la pobreza. Las ocho regiones con menores brechas de género –todas costeras– son también las de mayor competitividad y riqueza.

Un tema que merece mayor atención por su importancia para la autonomía de las mujeres es la participación en el mercado laboral. Las trayectorias laborales de las mujeres son afectadas por brechas salariales, penalidad por maternidad y estereotipos. En el Perú, la participación femenina en el trabajo a tiempo parcial y autoempleo está vinculada a la condición de maternidad y las responsabilidades domésticas. Empleo y cuidado son dos caras de la misma moneda para las peruanas.

¿Qué nos impide actuar con mayor sentido de urgencia frente a las violencias y desigualdades que afectan a las mujeres? Además de las barreras económicas y sociales, sumemos renovadas barreras políticas. Los derechos de las mujeres se han vuelto moneda de intercambio en el polarizado escenario político nacional. Entre “feminazis” y “fachas”, entre “conservas” y “progres”, la guerra de etiquetas nos separa y nos ata de manos para actuar ante lo inaceptable: la prevalencia del feminicidio, la normalización de la violencia física y sexual, el acoso y hostigamiento, el embarazo adolescente, entre otros asuntos dolorosos que requieren atención ciudadana y acción decidida de nuestras autoridades. No tenemos que pensar igual para reaccionar ante la injusticia y el abuso.

La igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres no es una moda ni debe convertirse en un motivo de división. Es una oportunidad para unirnos como sociedad y responder a las demandas de la realidad. No perdamos más tiempo en la guerra de etiquetas que nos separa, el Perú necesita la fuerza y el talento femenino para salir adelante.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Norma Correa Aste es profesora e investigadora en la Pontificia Universidad Católica del Perú

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