El Niño terrible, por Patricio Valderrama
El Niño terrible, por Patricio Valderrama

Desde hace tres meses, el Perú se ve afectado por una serie de fenómenos climáticos, que si bien no son nuevos, estaban muy enterrados en nuestra memoria nacional: inundaciones por desbordes de los ríos y reactivación de quebradas (que pasaron casi dos décadas durmientes pero amenazantes).

El último gran Niño que sufrió el Perú fue entre 1997 y 1998. Aunque lo ocurrido recientemente no puede ser comparado con esos años, nos recuerda lo pobre que es nuestra cultura de prevención y preparación.

El Niño costero es el calentamiento anómalo de la superficie del mar en el norte del Perú, principalmente frente a Piura y Tumbes. Durante febrero, el mar de Paita estuvo hasta 5 grados por encima de su temperatura normal. Este calentamiento, asociado con la radiación solar propia de este verano, produce una evaporación del agua de mar y genera nubes de lluvia. Además, durante casi todo el verano, los vientos del Anticiclón del Pacífico estuvieron bastante débiles. Estos vientos son los que enfrían nuestras costas y nos dan el clima que tenemos. Eso explica el gran calor que estamos sintiendo.

Estas lluvias, bastante extrañas para nosotros, ocurren en las cabeceras de las cuencas (donde nacen los ríos). Hay que recordar que los ríos costeros son normalmente pequeños, entonces las lluvias extraordinarias hacen aumentar el volumen de agua que transportan y, por lo tanto, tienden a generar inundaciones en las áreas contiguas a su ribera.

Así también funciona en las quebradas costeras, muy secas y llenas de material en sus cauces (algunas veces con basura que nosotros mismos pusimos ahí). Al ocurrir una lluvia en la parte alta de una quebrada, el agua arrastra todo el material que está en ella y se convierte en un huaico que tiene la capacidad dinámica de destrozar un puente de concreto en cuestión de minutos.   

Nuestro problema es la sobreexposición de personas en zonas donde debería inundar un río o discurrir un huaico. Estamos pagando la factura de casi cuatro décadas de nula planificación territorial y de informalidad en todo el ámbito urbano.

De acuerdo con los pronósticos oficiales, esta temporada de lluvias asociada al calentamiento del mar durará hasta mediados de abril, por lo que tenemos casi un mes por delante. Como ya todos sabemos, la ayuda nunca es suficiente y ahora, más que nunca, debemos demostrar de qué estamos hechos.

Además, tenemos una oportunidad histórica. El Niño de 1998 fue hace mucho tiempo, el Perú vivía una temporada política y económica muy difícil; ahora tenemos los medios y los cerebros para hacer las cosas bien. Se debe reubicar poblados enteros, reconstruir cientos de kilómetros de carreteras, mejorar los sistemas de alcantarillado y desagüe de varias ciudades, tenemos mucho por delante.

Al final, ¿cuándo el lodo y las lluvias pudieron con los peruanos de buen corazón? Nunca.