(Foto: AFP)
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Rocío Figueroa Alvear

“Unidos por la esperanza” es el lema de la visita del Papa al Perú. En los últimos meses, los peruanos hemos visto empañada nuestra esperanza: la crisis no es solo de corrupción política, sino que azota a la Iglesia peruana tanto por los abusos cometidos por el Sodalicio, como por la débil respuesta del Vaticano.

Hay un hálito de esperanza: Francisco intervino al Sodalicio. Nombró al obispo colombiano Noel Antonio Londoño Buitrago como el comisario que dirigirá la cuestionada institución.

Una decisión así no se toma a pocos días de emprender viaje. En efecto, el 15 mayo del 2017, en Roma, los obispos peruanos manifestaron a Francisco su preocupación por la ligera respuesta de la carta conclusiva de la Congregación para los Institutos Religiosos y las Sociedades de Vida Apostólica ante el Caso Sodalicio. El Papa no ha desconocido el descontento de la sociedad peruana. Por ello, considero que la intervención al Sodalicio busca enmendar el error del Vaticano.

Tres gestos están marcando su visita a Chile y el Perú que podrían significar un cambio de ruta de cómo se venían enfrentando los abusos sexuales: la intervención al Sodalicio, el pedido de perdón a las víctimas de abuso sexual y la reunión con un grupo de ellas en Chile, un gesto muy significativo.

Al llegar a Chile, el papa Francisco dijo: “No puedo dejar de mencionar el dolor y la vergüenza que siento ante el daño irreparable causado a niños por parte de ministros de la Iglesia. Es justo pedir perdón”. Hablando además de la responsabilidad de la Iglesia, el Papa afirmó: “Los niños esperan de nosotros respuestas reales”. Solo con respuestas reales el perdón puede germinar en los corazones de quienes vieron traicionada su confianza en la Iglesia.

A nivel del Vaticano, estas respuestas reales deben incluir una acción eficiente ante las denuncias; una mayor transparencia, ya que el secretismo perpetúa los abusos; una mayor injerencia de la Comisión para la Protección de Menores, que pueda dictaminar políticas de prevención e intervención; un mayor control por parte del Vaticano de los movimientos religiosos y una mayor participación de las mujeres en el liderazgo eclesial, que generaría especial atención a las víctimas de abuso sexual.

Respuestas reales. No solo un comisario decorativo, como sucedió con los Legionarios. Esperamos una Iglesia que exija al fundador del Sodalicio, Luis Figari, regresar al Perú y enfrentar a la justicia. Una Iglesia que expulse a los abusadores sexuales de sus instituciones, pues no solo cometieron graves pecados sino crímenes que deben ser pagados.

En el Caso Sodalicio, esperamos respuestas reales de la intervención del comisario. Y si una intervención seria no fuera suficiente, esperamos la supresión de una institución si es que no logra vivir sanamente el Evangelio.

El Papa camino a Chile mostró a los periodistas la imagen de un niño llevando a su hermanito muerto al crematorio. Dijo que era “fruto de la guerra”, y subrayó “la desesperación del niño, expresada en el gesto de morderse los labios sangrantes”. Espero que la Iglesia reconozca cada vez más en las víctimas a ese niño que, por fruto del abuso, lleva heridas que sangran internamente y que necesitan respuestas reales y eficaces. Solo así podremos vivir todos “unidos por la esperanza”.

* La autora ha sido superiora de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación.