La rabia y el miedo no son emociones ajenas a la política, y más aún en campaña electoral. Les sorprenderá conocer, que activan áreas completamente diferentes del cerebro humano y generan reacciones distintas entre los electores.
El miedo es una emoción que activa el sistema de vigilancia, nos saca de la rutina, y nos alerta sobre una amenaza. En la psicología política también se la asocia a la ansiedad, dado que se vinculan a la incertidumbre y a la percepción de falta de control. Estas emociones han sido ampliamente estudiadas para entender la reacción de los electores ante el aumento en la inseguridad y la inmigración, dos temas claves que preocupan a la ciudadanía y que ciertamente serán abordados en campaña.
Si bien las emociones facilitan la toma de decisiones, eso no significa que nos orientan en el camino correcto, y nos pueden jugar en contra. Los políticos populistas son maestros en explotar la ansiedad, presentando a la inmigración como la explicación del aumento de la inseguridad. Si el político es exitoso en propiciar la emoción deseada, el elector buscará información que refuerce sus creencias preexistentes y rechazará información que las rete. Es decir, si se presenta un dato sobre como la inmigración es positiva para la economía del país y por lo contrario, no es un factor determinante en el aumento de la delincuencia, el elector no procesará esta información o la retará. Según académicos de la Universidad de Oxford, aquellos que inclusive tienen habilidades matemáticas superiores son susceptibles a interpretar los datos erróneamente en asuntos políticos contenciosos. Es decir, ni los más hábiles están a salvo.
Sin embargo, hay ocasiones en las que la ansiedad o el miedo, pueden propiciar cambios de postura ante nueva información. Es decir, podemos utilizar también las emociones negativas a nuestro favor, si estamos lo suficientemente conscientes del intento de manipulación de los políticos populistas. La ansiedad, además, no siempre es paralizante, y puede propiciar acción política de menor costo como fomentar discusión entre familiares y amigos, lo cual nos puede exponer a nueva información que rete algunas creencias erradas.
Ahora, sobre la rabia en la política. En el Perú generalmente la sentimos contra la clase política inoperante, y todo nos indica que habrá muchos autodenominados “outsiders” que buscarán capitalizar sobre ello. Ha sido ampliamente estudiado que la rabia es la emoción más poderosa en términos de generar participación política como movilización de masas o salir a buscar votos a favor de un candidato.
La rabia activa el sistema de disposición del cerebro por lo que se asocia a la certeza, al control y a la responsabilidad. Por ejemplo, si sientes rabia contra un político, estas seguro que es responsable del motivo que activa tu fuerte rechazo. Seguramente esta descripción nos hace acordar a Dina Boluarte y al Congreso, y como la población, los culpa de varias afecciones que vivimos como país incluyendo el aumento de la delincuencia.
La rabia, al contrario de la ansiedad, promueve la toma de riesgos más grandes, especialmente entre los más políticamente comprometidos. A diferencia de la ansiedad, la rabia bloquea la exposición ante información contraria; es el modo del cerebro de blindarse ante lo que no le de certidumbre. La rabia además se retroalimenta cuando el elector ve que su acción política es exitosa (pensemos en la marcha por la liberación de Pedro Castillo).
En conclusión, estemos alertas ante el protagonismo de estas emociones. Hay maneras de utilizarlas productivamente. Esto es crucial con el gran reto que tenemos por delante.
Fuentes
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