Pasar la posta, por Luis Nunes
Pasar la posta, por Luis Nunes
Luis Nunes

Se termina el período electoral y los ojos del mundo se voltean a Brasil que, en menos de dos meses, será anfitrión de los Juegos Olímpicos. Uno de los deportes que siempre nos llama la atención en este evento deportivo es el atletismo y, así, sus diversas variantes, como las carreras de relevo. ¿Nos dejarán estas elecciones algunos relevos? ¿Quiénes pasarán la posta y quiénes se resistirán a entregarla?
De veinticinco partidos inscritos en el Registro de Organizaciones Políticas, como ya sabemos, algunos perderán su inscripción por no haber alcanzado la valla electoral. De cara a las elecciones regionales y municipales del 2018, seguramente se inscribirán nuevos partidos y, junto a los que aún conservan el registro, veremos el inicio de una frenética actividad en busca de los votos necesarios para esa competencia, que está a la vuelta de la esquina. 

Después de la encarnizada elección que acabamos de vivir, con tantos sobresaltos e irrespetos a los electores, nos preguntamos si habrá un tiempo para hacer control de daños y reflexionar sobre cómo los partidos y sus liderazgos van a reconectarse con un país dividido, polarizado, y cuya confianza en los políticos ocupa uno de los últimos lugares a nivel mundial. La necesaria reingeniería partidaria va más allá de organizar partidos que erradiquen los vicios del clientelismo, del dinero de origen oculto, de populismos desbordantes y del mero cálculo político. Un ciudadano es, sin duda, mucho más que un voto.

Una verdadera democracia interna, mecanismos integrales de transparencia y la recomposición de la relación permanente entre la gente y la política son apenas tres de los grandes retos que los partidos tienen por delante. Esto implicará, también, la necesaria ‘pasada de posta’. Quiero decir una renovación de caras, apellidos y formas de actuar que logre reconquistar a millones de personas que llevan años desilusionadas y decepcionadas de muchas organizaciones políticas. Organizaciones que más parecen cascarones vacíos, peleándose por espacios de poder y por sus propios intereses, y que solo se acuerdan de los otros cuando el reloj electoral vuelve a ponerse en marcha.

Los resultados de este domingo nos demuestran que no hay un solo prototipo de elector peruano, pero que este tampoco es un analfabeto electoral. No hay que dejar de mencionar, claro está, cómo en muchos casos el elector manifiesta su volatilidad y vota más con la emoción que con la razón, con todo lo que ello implica.

Necesitamos liderazgos partidarios que se manejen de manera más horizontal y que entiendan que las sociedades se vienen transformando aceleradamente. Los jóvenes, las mujeres y otros sectores de la población no son piezas de un ajedrez político que pueden ser manejados y manipulados a su antojo. 

Los partidos fueron, en algún momento, verdaderas escuelas de formación cívica y ciudadana. Sin embargo, muy poco queda de ello. Tampoco estos temas son la prioridad de nuestros programas educativos y poca atención les prestamos dentro de nuestros círculos familiares. 

La política como carrera de largo aliento necesita de personas íntegras, valiosas y comprometidas con una nueva forma de actuar, con un ADN democrático a prueba de todo. Deben, también, estar dispuestas a trabajar un pacto social sin exclusiones ni intolerancias. 

Estamos en un buen momento para cerrar heridas, corregir comportamientos distorsionados y recuperar la confianza ciudadana que se siente manipulada, acosada e irrespetada desde diferentes ámbitos. Esta elección que acabamos de pasar que no engañe a quienes ganaron tanto en el Ejecutivo como en el Legislativo. Todo ha sido tan convulsionado que ni tiempo habrá para una luna de miel.

¿Estará nuestra clase política dispuesta a ceder la posta? ¿Y quiénes querrán tomarla? Ahí está el desafío.