(Foto: Archivo El Comercio)
(Foto: Archivo El Comercio)
Roberto Chiabra León

El conflicto del Cenepa, en 1995, fue el hecho militar más importante de nuestra historia contemporánea, porque significó el fin de más de 50 años de enfrentamientos con el Ecuador por incumplir el Protocolo de Río de Janeiro de 1942. Al mismo tiempo, se trata de la última acción bélica del Perú en el siglo XX. El primer incidente ocurrió en 1978 y originó el conflicto del Alto Comaina (1981). Luego, en 1991, se dio un conflicto en la zona del río Santiago, y se solucionó con el denominado Pacto de Caballeros (que obligaba a incrementar la capacidad militar de las Fuerzas Armadas que llevaban ocho años en una guerra de desgaste contra la subversión). 

Sin embargo, este pacto no evitaría un tercer conflicto en el Cenepa. El 29 de enero de 1995, tropas ecuatorianas invadieron la zona peruana de la quebrada Fachin y atacaron a la patrulla Roosevelt. Al día siguiente, tropas peruanas tomaron la cota 950 (Cueva de los Tayos). En esos enfrentamientos fallecieron el teniente William Guzmán, el suboficial tercero Segundo Minchay, el capitán Luis García Rojas junto a su tripulación, y otros seis pilotos de la FAP.  

Finalmente, el 13 de febrero, los comandos del Ejército Peruano y unidades contrasubversivas del Frente Huallaga (que habían sido trasladados por su experiencia de combate en la selva) lanzaron una ofensiva sobre la cota 1209 (La Montaña). El ataque provocó la huida de los invasores. El Perú declaró el cese del fuego unilateral, y Ecuador lo acató inmediatamente. Cuatro días después, el 17 de febrero, se firmó la Declaración de Paz de Itamaraty que consolidó el cese del fuego y permitió las conversaciones diplomáticas. 

Sin embargo, poco después, y con motivo de una misión militar, los ecuatorianos infiltraron una patrulla en la cota 1061 (que consideraban su “Tiwinza”). Esto provocó una respuesta del Perú el 22 de febrero, en un ataque que dejó 15 muertos y otros 15 heridos en la zona de El Maizal, al norte de “Tiwinza”. En solo una hora, Ecuador tuvo la misma cantidad de bajas que en todo el conflicto. Este fue el último enfrentamiento militar. 

El 28 de febrero se firmó la Declaración de Montevideo que dio fin a la fase militar. La diplomacia culminó con la firma del Acuerdo Global y Definitivo en octubre de 1998. 

La guerra que perdimos, sin embargo, fue la informativa. Y ello porque se politizó el conflicto y se le consideró como parte de una reelección electoral. Se perdió por los detractores de las FF.AA. que, sin conocer lo sucedido en la zona de combate, asumieron como verdadera la versión ecuatoriana de “ganamos porque algunos peruanos dicen que perdieron”. 

Los 77 combatientes peruanos que entregaron su vida en el Cenepa son, junto al héroe nacional y patrono de la Aviación del Ejército, Luis García, héroes de nuestra generación y ejemplos a seguir por quienes hoy forman parte de nuestras Fuerzas Armadas. No quiero, sin embargo, dejar de reconocer la entrega de los soldados ecuatorianos en la defensa de lo que les dijeron era su territorio.  

Cerrada la frontera, el escenario hoy se presenta totalmente distinto. De la desconfianza por la enemistad con el ejército vecino, se ha pasado a la cooperación para el desarrollo conjunto de las naciones. 

La superación definitiva de las diferencias limítrofes a partir del Acuerdo de Brasilia (1998) y del intercambio de Notas de Contenido Idéntico (2011) ha dado paso a una etapa de fortalecimiento de la cooperación y la confianza, algo que ha quedado estructurado con el Gabinete Binacional que se celebra anualmente desde el 2007. 

Este hecho histórico debe ser celebrado en todo el país con el reconocimiento y la trascendencia que merece, porque dio fin a un siglo de conflictos y abrió el camino a relaciones de paz sólidas y cooperantes.