Era 21 de diciembre cuando aplaudíamos desde el grupo parlamentario Peruanos por el Kambio (PPK) el haber salido de una crisis de gobernabilidad ante la no aprobación de una irregular e infundada moción de vacancia contra el presidente de la República. Entonces nos sentimos fortalecidos al haber juntos defendido con argumentos constitucionales la improcedencia de la misma y al mismo tiempo haber logrado el consenso multipartidario y generalizado a favor de la estabilidad democrática del país.
Vale decir que el esfuerzo argumental realizado por cada uno de los integrantes de la bancada fue decisivo para revertir una votación que se pintaba negativa.
Sin embargo, a pocos días, un nuevo escenario de crisis surgió como resultado del indulto conferido por el presidente de la República al señor Alberto Fujimori. Indulto cuestionado por su oportunidad y legalidad.
En este escenario, el grupo parlamentario oficialista, unido hasta entonces por el triunfo en la no vacancia, se ve afectado por la fragmentación. Un hecho lamentable por la valía intelectual y moral de quienes deciden apartarse de él. Lo singular es que ninguno de los parlamentarios conocíamos de esta decisión presidencial, no habíamos participado de ella y no podíamos sentirnos responsables por aquella. El Ejecutivo tenía sus razones no compartidas sino con la publicación.
Lo innegable en todo esto es que dicha resolución iba a tomarse en cualquier momento en aras de la denominada reconciliación nacional.
Son muchas las especulaciones que redundan en preguntas: ¿Se negoció el indulto por votos? ¿Fue antes o después del debate de vacancia? Se trata de preguntas cuya relevancia circunstancial puede cuestionarse frente a los argumentos legales de procedibilidad que hoy escuchamos.
Era el año 1990 cuando mi padre llegó al Parlamento como diputado (un Parlamento que fue disuelto por el señor Fujimori). Al ser convocado el Congreso Constituyente Democrático, mi padre forma parte de él y luego, entre los años 1995 y el 2000, del Congreso unicameral producto de una Constitución que muchos cuestionamos y creemos debe reformarse.
Durante esos años participé indirectamente del sentir y la frustración paterna por la dictadura de la mayoría, por la conducta impositiva y agresiva contra los que éramos oposición. La recurrencia de ello es parte del hoy.
En el 2000, siendo ya congresista, enfrentamos y declaramos la vacancia del señor Fujimori. Los hechos de corrupción eran innegables. Además de los crímenes y secuestros que se imputaban.
Hoy, en el 2017, nos piden perdonar y reconciliar al país de aquellos cruentos años.
Si para quienes políticamente sufrimos la dictadura y la derrocamos es difícil pensar en el perdón, me imagino que también y con mayor dificultad para los corazones de aquellos familiares de quienes perdieron la vida y a quienes la justicia sin acabar de llegar los coloca frente a un escenario de indulto.
Aunque nos cueste entender, la reconciliación del país va más allá de un indulto. Es momento de cerrar el capítulo de terrorismo y la lucha contra el terrorismo y lograr que la discusión política del país se concentre en el futuro y no en el pasado.
En el grupo parlamentario PPK asumimos esto como una necesidad. Somos un grupo que, a pesar de las tres renuncias de ilustres colegas, no hemos quedado heridos. Hemos iniciado una nueva etapa de renovación interna, fortalecidos por la integridad de cada uno de sus congresistas. Reconciliados entre sí y apostando por un Perú mejor.
Por eso es que nuestra tarea desde el Congreso es lograr concretar una reconciliación auténtica que fortalezca la democracia, que cierre brechas mejorando la educación, la salud, dando igualdad de oportunidades para todos, reconociendo errores, reparando daños y cerrando heridas.