El fin de la pobreza es posible, por Bjørn Lomborg
El fin de la pobreza es posible, por Bjørn Lomborg
Bjorn Lomborg

La pobreza es la principal y más cruel aflicción que afecta a la humanidad, pero el mundo ha hecho grandes avances contra ella. En 1820, el 83% de personas vivía en una situación de pobreza extrema. El Banco Mundial estima que, en el 2015, por primera vez, la pobreza se redujo a un solo dígito. Eso sigue representando al 9,6% de la población mundial, o 700 millones de personas que viven con menos de US$1,90 al día (o lo que solía ser un dólar en 1985).

US$1,90 es un límite muy ajustado. No se trata de lo que un turista puede comprar en un país barato del Tercer Mundo, sino de lo que un estadounidense puede comprar en su país por ese valor. En otras partes del mundo, el nivel es ajustado a la capacidad de compra equivalente en la moneda local.

¿Cuánto costaría resolver este problema para siempre? El economista Anthony Clunies Ross hizo un intento inicial en la identificación del costo en el 2005, estimando cuánto dinero se necesitaría en transferencias en efectivo para sacar a todos de la pobreza.

Actualizaremos su enfoque y miraremos, por ejemplo, a Bangladesh, un país con aproximadamente 160 millones de personas y casi un 44% de la población viviendo con menos de US$1,90 al día –esta es probablemente una sobreestimación porque la pobreza ha disminuido rápidamente en la última década y la encuesta de gasto de los hogares de Bangladesh data del 2010, pero es la mejor información que tenemos–.

El ingreso promedio diario en Bangladesh es casi 50 centavos de dólar menor a US$1,90, por lo que cada día 70 millones de personas necesitan 50 centavos más –o alrededor de US$33 millones en total– para salir de la pobreza extrema. A lo largo de un año, eso sumaría US$12,3 mil millones.

Dado que esto se basa en lo que los estadounidenses podrían comprar por US$12,3 mil millones en su país, el costo real en moneda de Bangladesh sería mucho menor. El costo a la tasa de cambio sería de alrededor de US$4,3 mil millones.

Los países más caros para solucionar la pobreza serían Nigeria y la República Democrática del Congo (RDC). En la RDC, el 77% de la población es extremadamente pobre y, en promedio cada día, ganan un dólar por debajo de la línea de pobreza. Combinado con un tipo de cambio deficiente, el costo de erradicar la pobreza en ese país llega a más de US$12 mil millones.

Ajustando por la falta de datos de países como Corea del Norte, Yemen y Zimbabue, el costo total de erradicar la pobreza en el año 2016 parece ser de alrededor de US$100 mil millones.

Se prevé que habrá un poco menos de 400 millones de pobres en el 2030, y la pobreza sería casi totalmente erradicada en el 2060, debido a mayores ingresos. Basándose en esta información, se puede estimar que el costo futuro agregado de erradicar la pobreza llega a cerca de US$1,5 billones. Y si dejamos el dinero en un fondo (que devengaría intereses a lo largo de los próximos 45 años), necesitaríamos poco menos de un billón de dólares para erradicar la pobreza humana para siempre.

Un billón de dólares suena como un gran negocio. Y de hecho es un número enorme. Pero para ponerlo en contexto, es cerca del 1% del PBI mundial. Se trata de, aproximadamente, 18 meses de gasto militar, o una vigésima parte del tamaño de la deuda nacional de Estados Unidos. Y es el costo de tan solo un año del tratado sobre el clima de París –que frenará el aumento de la temperatura en 0,17 °C para el año 2100–.

Muchas de las mejores soluciones a la pobreza no cuestan nada. El crecimiento económico sostenido de base amplia ha sido siempre la ruta más eficaz –durante 30 años, la aceleración del crecimiento económico chino ha sacado a 680 millones de personas de la pobreza–. Si pudiéramos conseguir un acuerdo de libre comercio global –una conclusión exitosa a la estancada Ronda de Doha–, probablemente podríamos sacar  a otros 160 millones de personas de la pobreza. Inversiones baratas en nutrición infantil y en educación crean oportunidades que transforman vidas enteras.

Definitivamente deberíamos centrarnos primero en estas inversiones inteligentes. Pero también debemos darnos cuenta que, por primera vez en la historia, el fin de la pobreza es realmente imaginable. Y debemos desafiar a nuestros responsables políticos a dar cuenta de las decisiones costosas que hacen mucho menos.