Intentar no es suficiente, por Paolo Sosa Villagarcia
Intentar no es suficiente, por Paolo Sosa Villagarcia
Paolo Sosa Villagarcia

La censura al ministro Jaime Saavedra es parte de la agenda de hoy en el Congreso. Una crispación política que se inició con el irresponsable comportamiento de la bancada fujimorista como mayoría opositora, interesada fundamentalmente en usar la inestabilidad del Gobierno para cohesionar los frentes internos y consolidar su poder en el imaginario colectivo. Por este motivo, la tensión no ofrecía visos de ser solucionada mediante la negociación de medidas o puestos claves en el Gobierno. Más aun si tomamos en cuenta que el Ejecutivo ha estado dispuesto a contentar sus desmedidas demandas, sin pedir concesiones significativas a cambio. 

Frente a este escenario, algunos sectores ensayaron posibles salidas, entre las cuales se proponía el audaz uso de la cuestión de confianza por parte del Ejecutivo para frenar a la mayoría opositora en el Parlamento. Quienes proponían este camino sobreestimaron las capacidades y la voluntad política del Gobierno para enfrentar semejante desafío. ¿Cómo pedirle al presidente que abandere la lucha contra el fujimorismo sabiendo que ese discurso fue un préstamo en tiempos electorales? 

No obstante, el presidente aún tenía la oportunidad de decidir cómo afrontar este problema. Una primera forma era ver la censura como una válvula de escape, intentando continuar con su gobierno como si no hubiera pasado nada. Salida poco probable por la posibilidad de que la imagen del Gobierno resulte vapuleada, quedando como una administración “cobarde” o “servil” ante la oposición. La segunda fórmula era aprovechar este espacio para dar un mensaje político claro a la oposición, capitalizando la indignación por la censura y demandando públicamente una negociación real con la oposición para asegurar la estabilidad. Una salida intermedia entre el enfrentamiento abierto y la pasividad absoluta. 

El mensaje a la nación del día martes sugiere que el Gobierno optó por el segundo camino. Lamentablemente, este tipo de estrategia también demanda un mínimo de habilidades políticas que, valgan verdades, brillaron por su ausencia. Sacar del sombrero estas capacidades a estas alturas es bastante complicado. Así, un mensaje que debía ser de advertencia y firmeza, terminó pareciendo más bien de claudicación. 

Ante la inminente censura, el Gobierno aparece hoy descolocado frente a una oposición que se mantiene beligerante, pero también frente a los grupos que lo apoyaron en la campaña contra el fujimorismo y que ahora ven frustradas sus expectativas de una respuesta más potente ante esta amenaza. Se ha cerrado el espacio para una crisis mayor, pero la intransigencia de la oposición y la desafección de los antifujimoristas auguran la apertura de nuevos conflictos que, a la larga, pueden terminar siendo igual de peligrosos. 

Este nuevo escenario cambia las reglas de juego y va a demandar al Gobierno una mayor atención en sus relaciones con la oposición, algo que hasta ahora ha estado concentrado en procurar la aprobación de medidas para reactivar la economía y “destrabar” la gestión pública. Creer que la convergencia ideológica con el fujimorismo es el ancla para su estabilidad es subestimar que estos tienen, en última instancia, un interés en la captura del poder y el Gobierno no puede ofrecerles nada concreto en ese sentido. Por otro lado, volver a buscar el apoyo político del antifujimorismo parece difícil, pero no imposible si es que el fujimorismo sigue con su estrategia de avasallamiento. Este es un reto enorme para el presidente y, como ha quedado claro, hacer el intento no es suficiente.