El tendedero de PPK, por Luisa García
El tendedero de PPK, por Luisa García
Luisa García

Desde las Fiestas Patrias, con el baile y el pañuelo, a las declaraciones en “El País” y luego al “poquito de contrabando” en su primer viaje a provincias, el estilo presidencial empieza a generar malentendidos y críticas entre sus opositores y preocupación entre sus valedores (quienes intentan defenderlo pero corren el riesgo de adoptar, sin que les corresponda ni ganen nada por hacerlo, el papel de intérprete oficial).

Más que analizar si los gestos son o no apropiados para un presidente, o si la frase debe o no justificarse, me llama la atención lo rápido que se está perdiendo el foco en el discurso, cuando la oportunidad es única. 

Pedro Pablo Kuczynski recuperó distancia en la campaña presidencial prometiendo que se acababa el recreo. Nombró un Gabinete que quería distinguir, precisamente, por su capacidad de ejecución. Además, lo hizo público con mucha antelación, para que, según él, estuvieran listos y preparados para empezar a trabajar el mismo 28 de julio, sin tiempo que perder. 

Esta acción inmediata, esta capacidad para trazar las medidas que el país requiere desde el primer día y ponerlas en marcha, es el hilo conductor perfecto. 

David Gergen, asesor de varios presidentes norteamericanos, hablaba de la necesidad de escoger un tema en tu narrativa y convertirlo en algo parecido a un cordel para la ropa. Sobre este cordel vas a tender tus acciones y será la demostración de que haces realidad lo que prometiste. Pero si no te encargas de recordar cada cierto tiempo de qué está hecho tu tendedero y te distraes o te olvidas de ir colgando la colada, la cuerda se te llenará de cuervos. 

Me gustó la metáfora y creo que es lo que necesita pensar el presidente Kuczynski y su equipo. ¿Cómo mantengo la mirada y la atención en el tendedero con la ropa colgada? ¿Cómo evito ser yo mismo el causante de distracciones que van a terminar quitando mérito a todo lo que estoy logrando? 

La oportunidad de ganar la calle –y así evitar que la mayoría opositora en el Congreso se sienta cómoda ejerciendo como gobierno paralelo– es real y el tono y los gestos para hacerlo son importantes. Sin embargo, tienen que ser el vehículo con el que contamos lo que hacemos, un elemento que apoya la narrativa y no un mensaje en sí mismo. 

Por ejemplo, la gimnasia antes de la sesión del Consejo de Ministros da buen material para que los medios presten atención a un tema olvidado, pero a la imagen singular debe sumarse un anuncio de políticas concretas y, ahora sí, ya reales en forma de decisiones ejecutivas, decretos o similares. Los anuncios de intenciones son para las campañas, ahora es el momento de comunicar acción, no promesas. 

Sin contenido, el riesgo es doble: que la escena robe protagonismo a temas de fondo y que sea visto como una frivolidad. Por el contrario, si el foco se pone en el contenido y además se acierta en la forma con estas ideas frescas y novedosas, se lograría doble impacto: atención a lo importante y cercanía con la ciudadanía.  

La idea de Gergen a la que hacía mención antes hablaba de la función del presidente como el ‘narrator in chief’. ¿Será PPK capaz de convertirse en el narrador de su propia historia?