¡No! Estamos muy lejos de serlo; más aún cuando la Comisión de Pueblos Andinos del Congreso ha aprobado la prohibición de usar semillas transgénicas por 15 años más. ¿Primer efecto? No poder desarrollar soluciones biotecnológicas para la roya del café, el gusano rosado del algodón, o el virus de anillo que mata el árbol de papaya y que ya está presente en varias regiones del Perú.
PARA SUSCRIPTORES: En el Perú, la política es lo que es, por Francisco Miró Quesada Rada
Los debates en el Congreso pasan sin discusión alguna y sin ningún sustento ni evidencia científica; y más cuando se refiere al tema de los transgénicos, que recae en un ámbito netamente científico. En este tema, la voz que requiere ser escuchada es la de la comunidad científica, que no ha sido considerada.
Desde la Ley 29811, se viene exigiendo que es indispensable sustentar con evidencia la moratoria (y ahora su ampliación). Ello no solo no se dio en su momento, sino que continúa siendo así, con el agravante de que, en todos estos años, ha habido comunicados cada vez más contundentes de la comunidad científica a nivel mundial desvirtuando los argumentos dados en su momento, que continúan recogiéndose hasta ahora.
Organizaciones relevantes como la National Academy of Sciences y la Comisión Europea han recogido un espectro muy importante de investigaciones sobre organismos vivos modificados (OVM) a lo largo de los últimos años, concluyendo que el uso de estas semillas no disminuye la diversidad de las plantas, que tanto las semillas como los alimentos OVM son seguros, y resaltando la importancia del uso de la biotecnología y de los OVM para una agricultura sostenible.
De aprobarse la moratoria, el mayor impacto lo sufrirían los propios agricultores, ya que no podrán usar semillas mejoradas que den altos rendimientos en el campo o que mejoren la adaptación climática de sus cultivos a tierras menos fértiles o más salinas, además de aumentar su resistencia a plagas. Usar biotecnología agraria moderna permitiría al campesino peruano de maíz y algodón, por ejemplo, asumir menores costos. Eso, sumado a un mayor rendimiento en el campo, se traduciría en mayores ingresos para las familias del campo peruano.
Lo que el Perú necesita es promover el desarrollo de capacidades de los organismos que se encargan de la gestión de los OVM en el país, como el INIA, para así asegurar el correcto desarrollo de estas investigaciones y cultivos, dentro de los debidos parámetros de bioseguridad. No se trata de oponer la biotecnología a la agricultura familiar o a los métodos orgánicos de cultivo. En el Perú pueden y deben coexistir, en libertad, diversas formas de manejo agrario. Se trata de que sea el agricultor el que decida el tipo de manejo a implementar en su campo, y que tenga a su disposición herramientas que le permitan ser competitivo en base a decisiones sujetas a su propia voluntad y a la conveniencia para su familia.