(Foto: Feline Freier).
(Foto: Feline Freier).
Feline Freier

Hace unas semanas me pidieron escribir un texto para el programa de “Electra” que se estrenó en el Teatro La Plaza ayer. La obra, y sobre todo la extraordinaria actuación de Morelis Rodríguez, nos confronta de manera impactante con algunos de nuestros sentimientos más oscuros: el remordimiento, el odio, la venganza, la desesperación.

“Electra” fue escrita por el director peruano-venezolano Alejandro Clavier, junto con un elenco venezolano-peruano. Todos son actores profesionales, y todos, en algún momento, han migrado.

Algunas de las reacciones que este proceso creativo y el anuncio de la obra recibieron en las redes sociales reflejan los comentarios que recibimos quienes tratamos de reflexionar sobre el tema de la inmigración en su complejidad, pero a la vez enfocándonos en los deberes legales y éticos de recibir a personas refugiadas: burla e insultos xenófobos (y acá sigo yo, la “gringa”, la inmigrante, escribiéndoles sobre la inmigración).

La reinterpretación del drama clásico en La Plaza nos habla de una tragedia familiar situada en la Venezuela contemporánea. El padre de la familia, Agamenón, ha sido asesinado a manos de su ex esposa. Ahora dos de sus hijos, Electra y Orestes, planifican su venganza y el asesinato de su propia madre.

La obra original fue escrita en el contexto del cambio de la sociedad griega al sistema judicial, por medio del cual el pueblo entrega al tirano la facultad de decidir los castigos contra quienes rompan el orden. En la “Electra” de La Plaza, el padre muerto pero omnipresente nos recuerda a Hugo Chávez. Chávez divide a los venezolanos como Agamenón divide a su familia.

Esto se refleja en lo que escuchamos de inmigrantes venezolanos: padres que golpean a sus hijos por pertenecer a la oposición. Padres que golpean a sus hijos por querer emigrar de Venezuela. “¡Esos traidores!”.

“Electra” nos habla del colapso del orden público en Venezuela, de los apagones, la violencia, de un niño que muere tras 180 ataques de epilepsia por falta de medicamentos. No es ninguna exageración. Según los últimos datos de la OEA, los hospitales registran una escasez de medicamentos de 88% y una falta de material quirúrgico de 79%. Asimismo, 53% de los quirófanos no son utilizables y el 71% de las salas de emergencia públicas presentan alguna falla que genera que solamente sean operativas intermitentemente.

“Electra” también nos habla de la migración. La madre de la familia, Clitemnestra, salió del Perú rumbo a Venezuela en medio de la crisis y el terrorismo en 1989. Y juró que nunca iba a regresar. Orestes, su hijo, vuelve a su casa en Caracas después de haber vivido en Lima por 15 años. La obra nos habla de lo difícil que es migrar. Desde el Perú a Venezuela, desde Venezuela al Perú. Uno deja todo, sin tener idea de cómo es el otro país. Pero también nos habla sobre cómo cambiar de país te hace ver las complejidades sociales con más distancia y, quizás, con un poco más de objetividad.

Al Perú le toca ser país de destino de un desplazamiento forzado, humanitario, de alrededor de 800 mil venezolanos. Esta inmigración obviamente viene con retos importantes. Negarlo sería poco responsable. Pero, justamente por eso, es de vital importancia detenernos para entender este fenómeno mejor y pensar en cómo nos gustaría moldearlo en términos políticos y económicos, pero sobre todo en términos sociales.

Como dice el programa de “Electra”, “las migraciones son como el agua, como la marea, que va y viene. Como las corrientes del río Táchira que cruzan los migrantes venezolanos por las trochas ilegales para escapar. Como Río Grande. El Mediterráneo. Las migraciones son como el agua”. No se detienen.

Nos guste o no nos guste, vivimos en una era de globalización donde cada vez habrá más, no menos, migración. El Perú necesita más obras como “Electra”, necesita más debate sobre la inmigración –crítico, pero informado–. Cerrar los ojos frente a un fenómeno no lo resuelve. Y volverse cada vez más xenófobos, al final, nos perjudica a nosotros mismos. Por el momento, la gran mayoría de los inmigrantes venezolanos no se va a ningún lugar. Aunque quisieran, no pueden.

Existe la esperanza de reconocernos y reconciliarnos, peruanos, venezolanos, extranjeros. “Electra” nos habla de la venganza y el odio, pero también de la empatía y el amor. No es fácil, pero tenemos que hacer el esfuerzo.