(Ilustración: Giovanni Tazza/ GEC)
(Ilustración: Giovanni Tazza/ GEC)
Jaime de Althaus

Todo serán escombros. La economía nacional deberá ser reconstruida desde los escombros de la política. La política tendrá entonces que superarse a sí misma. Tendrá que haber capacidad de concertación, entre tantas bancadas, para acordar un programa que esté a la altura del desafío. Pero ese programa no podría nacer de una opción populista.

La encuesta del IEP del domingo pasado mostraba que se detenía el acelerado ascenso –a costa del centro- de los populismos conservadores de izquierda y derecha (Lescano y López Aliaga), mientras subían opciones más serias ideológicamente, también de izquierda (Mendoza) y derecha (K. Fujimori y De Soto –que se colocaba entre los que podían pasar a la segunda vuelta-), mientras Guzmán terminaba de hundirse y Forsyth rebotaba en alguna medida. Regresábamos en alguna medida a la polarización ideológica clásica.

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El confirma parcialmente estos movimientos. Lescano cae un punto en relación a la anterior encuesta de Datum y López Aliaga ya no crece, pero Mendoza también baja. Suben en cambio Hernando de Soto y Keiko Fujimori, lo mismo que Forsyth en alguna medida. Todos ellos –menos Lescano- en empate técnico.

Tal parece que Lescano no caería lo suficiente como para arriesgar su pase a la segunda vuelta, pero habría una cierta inclinación general hacia el centro derecha. A estas alturas la pregunta sería entonces quién de los que pueden pasar a la segunda vuelta y tienen un programa y una actitud capaz de organizar la respuesta necesaria para rescatar al país, tendría más posibilidades de derrotar a Lescano, cuya propuesta es claramente incompatible con los requerimientos de la recuperación nacional. Allí la elección es entre Fujimori, De Soto y Forsyth. Y la respuesta no es ni será clara, por la sencilla razón de que la segunda vuelta es otro partido.

Según el simulacro del voto para el Congreso, tendremos diez bancadas en el próximo Parlamento. Casi inmanejable. Pero de esas diez, ocho tienen planes de gobierno relativamente compatibles en el eje económico. Es decir, postulan básicamente una economía de mercado, aunque su gama corra desde la derecha hasta la centro izquierda. Son Fuerza Popular, Victoria Nacional, Renovación Popular, Podemos, Somos Perú, Partido Morado, Avanza País y Alianza para el Progreso. Sus planes, repito, son relativamente coincidentes. Y sumarían un 67% de los votos de los partidos que ingresan al Congreso. Del otro lado tenemos solo a Acción Popular y Juntos por el Perú, con propuestas claramente distintas a las del grupo anterior. Suman un 33% de los votos.

De ser así, si Lescano llega a la presidencia, habrá conflicto. Y si llega un candidato del espectro de centro derecha, los ocho partidos deberán ser capaces de doblegar atavismos y entenderse en el plano económico pese a estar enfrentados en el político y de los valores morales y pese a la indisciplina de las bancadas. Reto triplemente difícil porque el país requerirá reformas que van incluso más allá de lo que postulan en sus planes de gobierno, que serán solo una base para el entendimiento.

Por eso decíamos que la política tendrá que superarse a sí misma.

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