2017: año de definiciones, por Luis Carranza
2017: año de definiciones, por Luis Carranza
Luis Carranza

En el 2017, el panorama internacional seguirá siendo complejo. En Estados Unidos, asumiendo un escenario político de normalización después de las elecciones del 8 de noviembre, se prevé un crecimiento en torno al 2%. En Europa, la deuda y la debilidad bancaria seguirán retrasando el crecimiento, mientras que en China el crecimiento estaría en torno al 6%, manteniendo la tendencia de menores tasas de crecimiento año a año. Este aterrizaje suave de la economía china se intenta lograr en medio de temores sobre la burbuja inmobiliaria, la situación de la banca y las salidas de capital.

En el lado financiero, se espera que la Reserva Federal estadounidense vaya normalizando lentamente la situación de liquidez. A fines del 2017, la tasa de corto plazo debería situarse en torno al 1,25%, mientras que la de largo plazo (bonos del tesoro a 10 años) debería estar en torno al 2%. La buena noticia es que estos menores retornos a largo plazo favorecerían flujos de capitales hacia países emergentes. Como tendencia de largo plazo se debería esperar tasas de intereses más bajas y pendientes de la curva de rendimiento (es decir, el diferencial entre las tasas de largo plazo y las de corto plazo) bastante más bajas de las observadas históricamente.

Desgraciadamente, no podemos aprovechar plenamente los flujos de capitales a emergentes, porque le toca al actual gobierno recomponer el desajuste de los últimos cinco años. En la dinámica interna, dados los rezagos y los problemas heredados, no se espera una rápida reactivación del crecimiento. Por un lado, la política monetaria desde mediados del 2013 estuvo muy activa soportando todo el peso de la política contracíclica, pero ese impulso ya se acabó. Las tasas de referencia del BCR deberían mantenerse en torno a 4,25 por buen tiempo.

Por otro lado, el crédito de consumo, dada la mayor cautela bancaria por el aumento de la morosidad, debería afectar el crecimiento del consumo privado en el 2017. Este menor crecimiento del consumo solo se revertirá en la medida en que el empleo empiece a crecer con fuerza, pero para esto necesitamos la recuperación de la inversión privada. A este respecto, no es evidente que las decisiones de inversión se vayan a reactivar rápidamente. En el lado positivo, las expectativas han reaccionado favorablemente a la elección de Pedro Pablo Kuczynski y se mantiene en terreno positivo. Si bien es cierto que se observa que el consumo de durables y los créditos hipotecarios, que se estaban aguantado por incertidumbre política, se ha reactivado levemente, no se espera lo mismo de las decisiones de inversión, que dependerán al final de un conjunto de factores que no están del todo alineados, tales como las condiciones financieras para empresas medianas y pequeñas, los altos índices de capacidad instalada ociosa en manufactura, entre otros.

En ese escenario, el factor de impulso debería ser la política fiscal, pero allí también tenemos fuertes restricciones. Lamentablemente, partimos del gran desorden que dejó la administración anterior, que ha obligado a tratar de contener el gasto en el último trimestre del año para lograr la meta de 3% de déficit fiscal. Mientras que, para el 2017, se tiene como meta un déficit de 2,5%, dejando solamente como factor de impulso a la rebaja del IGV, dado que las presiones de aumentos salariales quitarán margen de maniobra para impulsar la inversión pública. Si la hipótesis de reactivación no funciona, cumplir la meta fiscal será muy difícil, aun con el efecto por única vez que significaría los mayores ingresos por la amnistía o repatriación de capitales.

La otra variable para impulsar la actividad económica es avanzar con los grandes proyectos de asociaciones público-privadas (APP) que están totalmente parados. Si bien es cierto que contablemente no se imputan como gasto público en el período inicial –permitiendo un espacio que no se tiene en el presupuesto–, dado que generan compromisos presupuestarios futuros, es indispensable que sean proyectos que mejoren la productividad de la economía. Lamentablemente, no es el caso de todas las APP heredadas y eso solo significará mayor demanda hoy a costa de una mayor carga presupuestaria futura.

Respecto a las reformas de largo plazo, en el 2017 se tendrá la mejor oportunidad de implementarlas. El gobierno deberá escoger muy bien qué batallas pelear. Los desastrosos intentos de la reforma de pensiones y de la ‘ley pulpín’ de la gestión anterior deberían servir de ejemplo de cómo no hacer reformas. En el 2018, las elecciones regionales agitarán las aguas y los conflictos entre las organizaciones políticas y al interior del propio partido de gobierno se agudizarán. Las reformas que no se hagan en el 2017 difícilmente se podrán hacer después. El 2017 definirá el gobierno de PPK.