“A los 40”: nostalgia a la limeña, por Raúl Castro
“A los 40”: nostalgia a la limeña, por Raúl Castro
Redacción EC

Quien no ha visto está hablando de ella.

La película peruana llega a la segunda semana de exhibición entronizada como el estreno más taquillero del año, con 464.579 espectadores durante su primer fin de semana, y como el cuarto lanzamiento con más tickets vendidos en toda la historia del cine del país.

Pero más allá de la taquilla, los críticos ya han dado su veredicto.

Es una sencilla pieza de entretenimiento sostenida a punta de los gags de sus actores, casi todas figuras de la televisión, y desarrollada sobre un guion eternamente contado: un grupo de amigos de colegio se reencuentra tras varios años y revisa una serie de situaciones pendientes.

Los rústicos trazos de su historia, sin embargo, permiten apreciar algunos buenos diálogos –anclados en el habla típica limeña– y sobre todo la explotación preciosista de espacios y colores de una ciudad idealizada. Como se dio antes con “¡Asu mare!”, el recurso estratégico de la nostalgia –ese embellecimiento de lo vivido– vuelve a probar su eficacia.  

Carlos Alcántara, Johanna San Miguel o Carlos Carlín, es decir, las celebridades exacerbando sus “yo-personajes”, y las evocaciones de estos al volver a recorrer lugares, canciones, modas y viejos amores reconocibles en recuerdos escolares –con lo que se identifican inequívocamente jóvenes y adultos– arman este irregular viaje sentimental que los comunicadores llaman “el regreso al niño interior”.

Junto al multiculturalismo, la responsabilidad social, o el estilo de vida sano, la nostalgia es una de las 10 tendencias culturales dominantes en el mundo. Consultoras globales como Euromonitor o diarios como el “Financial Times” han revelado su influencia, y el modo como percutan emociones que remiten al seno familiar, la vida cálida y las zonas de comodidad. Los limeños no tendríamos por qué ser la excepción.

Por ello los nudos argumentales de esta película, como todo lo empaquetado en la nostalgia, se dan alrededor de los conflictos de la madurez, o el “hacerse viejo”. Una forma de ver la vida que el personaje de Wendy Ramos define como “la teoría del pollo”: si dejas un amor demasiado tiempo en el horno, se pudre. Si le pones demasiado fuego, se quema. Hay que saber cuánto tiempo y cuántas vueltas hay que dar a la presa. Hay que saber cuándo ha de estar listo el pollo.

El uso de la ruta de la nostalgia en las imágenes que producimos los limeños sobre nosotros mismos se da en el contexto en el que, como nunca antes, vemos surgir una renaciente industria del entretenimiento cinematográfico local.

En los últimos 10 años, de la mano de los multicines, de casi 10 millones de espectadores, pasamos a tener más de 34 millones en el 2013. Se espera que este 2014 se estrenen 25 películas nacionales, de todo calibre y calidad.  

La pregunta es, entonces, ¿hasta cuándo será eficaz la nostalgia fácil? ¿Es el recuerdo embellecido la única imagen que queremos ver de nosotros mismos? Como en la teoría del pollo, estos retratos se pueden quemar de tanto darles vueltas.