(Ilustración: Mónica González).
(Ilustración: Mónica González).
Mario Ghibellini

Las cartas suelen ser portadoras de mensajes, pero a veces el mensaje es la carta misma. Tal es el caso de la carta –epístola, para ser exactos, por su extensión y su tácita vocación moralizante– que el presidente Kuczynski les ha enviado en estos días a los integrantes de la comisión Lava Jato del Congreso, en respuesta a su solicitud de ser recibidos por él para plantearle algunas interrogantes sobre la materia que investigan.

A juzgar por sus reacciones, varios de los legisladores en cuestión se han sentido ofendidos por la respuesta. Y ello no es de extrañar por una sencilla razón: efectivamente los han ofendido.

Con esta sí, con esta no

Contra lo que se podría pensar, la ofensa no consiste en haberse negado a recibirlos. Eso constituye una torpeza política por la imagen que proyecta del presidente en un contexto en el que la suspicacia con respecto a las coimas de las constructoras brasileñas cunde entre la ciudadanía. Pero finalmente es legal y podría haber sido anunciado de una forma en la que el costo político de la quitada de cuerpo resultase atenuado.

Lo ofensivo, en realidad, ha estado más bien en las razones mencionadas por PPK para sustraerse al pedido. En la carta, no hay una referencia explícita a ellas. “Es mi deber preservar la imagen e investidura del más alto cargo del Estado, […] evitando generar un precedente de continua exposición del Presidente de la República a citaciones congresales, administrativas y/o judiciales”, afirma allí sencillamente… Pero después de haber recordado que, ya siendo mandatario, recibió en su despacho a los integrantes de la comisión de Fiscalización.

La pregunta que surge entonces espontáneamente es: ¿por qué a esa comisión sí y a esta no? ¿Existe acaso un número límite de ocasiones en las que el presidente puede ‘exponerse’ ante un grupo de congresistas sin que la investidura de su cargo se vea mellada, o alguna experiencia amarga le ha enseñado que, como jefe de estado, puede inaugurar Mistura pero no absolver dudas de un grupo de trabajo parlamentario?

Pues bien, para despejar esa incógnita, tenemos que remontarnos a la entrevista radial que concedió a principios de este mes sobre el tema y en la que explicó que no se reuniría con la comisión que preside la congresista Rosa Bartra porque “es un circo”. “La vez pasada que acepté reunirme con una comisión por el caso del doctor Moreno, […] fue una recatafila de insultos espantosos”, añadió. Y dejó, de paso, claramente sugerido que las presuntas costumbres deleznables de los legisladores que lo visitaron en aquella oportunidad son en el fondo las de todos, pues si no, no se entendería por qué asume que con este nuevo grupo de parlamentarios le acabaría ocurriendo lo mismo.
Lo que la carta quiere decir, en consecuencia, es: ‘sí, en efecto, ustedes me parecen los personajes circenses y dispensadores de insultos de los que hablé en esa entrevista y no los recibo para no exponerme a su naturaleza vil’.

Tocayo de dos renombrados apóstoles, el mandatario daría la impresión de haber tomado del segundo de ellos el recurso de decirles a ciertas comunidades lo que piensa de ellas a través de epístolas (ad Romanos, ad Corinthios, ad Galatas, etc.). Y si hubiera que imaginar un título para la que les ha dirigido a los congresistas, algunas ideas vienen a la mente.

Esta columna fue publicada el 28 de octubre del 2017 en la revista Somos.