JUAN SHEPUT
Ex ministro de Trabajo
Una cuestión de confianza
Los gabinetes ministeriales suelen definirse sobre la base de pilares. Somos el Gabinete de la concertación, dicen unos, de la confianza o del diálogo, plantean otros. Son mecanismos que se utilizan para ganarse la buena fe de los parlamentarios, y sellar de esa manera una suerte de compromiso con la sociedad. El de Ana Jara fue mucho más ambicioso. Cuando se presentó en el Congreso, allá por agosto del año pasado, se definió, a través de sus compromisos, como el Gabinete de la transparencia y de la lucha contra la corrupción, del crecimiento económico y la institucionalidad, de la concertación y del diálogo abierto. Si nos atenemos a una rendición de cuentas sobre la base de lo ofrecido, pues veremos que el incumplimiento es la regla, con lo cual la confianza que se tenía en ellos, se ha desvanecido.
Los ministros son funcionarios que orientan con sus acciones a la población y deben generar las condiciones para que los objetivos de un gobierno se lleguen a cumplir. Para ello se debe liderar, tener autoridad política e imperio moral. El conocimiento y la capacidad, siendo importantes, requieren de capacidades políticas para poder manifestarse en medidas eficaces que sean traducidas como buen gobierno por la sociedad. Ello no está sucediendo. La crisis de confianza es aguda y ha venido acompañada de una pérdida sustantiva de la credibilidad.
Un grupo de ministros conflictivos o en quienes no se cree, condena al inmovilismo al gobierno y entorpece la marcha del país. Generan dudas, que paralizan, pues son lo contrario a la fuerza motivadora de la credibilidad. Un gobierno en estas circunstancias, debe plantearse renovar su vínculo con la sociedad a través de los mecanismos que las leyes y la Constitución estipulan para situaciones como esta.
Un cambio en el Gabinete es indispensable. No se puede actuar con la irresponsabilidad del capricho. Modificar la composición ministerial es demostrar una madurez propia de hombres de Estado. No se puede seguir afectando la marcha de la nación con lo inusual de mantener a un grupo numeroso de ministros cuestionados. Se ha tenido crisis políticas, claro que sí, pero siempre se vio al conjunto ministerial como la isla de excelencia que permitía el juego de cuerdas separadas, garantizando el crecimiento del país al margen de la política menuda. Hoy no es así. El Gabinete Ministerial estimula la confrontación, fomenta la crispación y es protagonista estelar de escándalos y del deterioro político que padecemos. A tal nivel se ha llegado que no sería raro que en el próximo pleno el Gabinete de Ana Jara haga de la ley del régimen laboral juvenil una cuestión de confianza, con lo cual la crisis estaría garantizada.
Las crisis económicas se recuperan con mayor rapidez que las crisis de descomposición moral o de confianza. Estas a veces requieren de transiciones para recuperarse. El presidente debe entenderlo así, procediendo a un cambio ministerial como fundamento de la renovación de su contacto con la ciudadanía evitando así el deterioro de la gobernabilidad.
CARLOS BRUCE
Congresista de la República
Un gabinete obsoleto
El panorama político actual se encuentra en una situación que podría continuar deteriorándose aun más si se sigue con un Gabinete de Ministros integrado por titulares con actitudes confrontacionales. Ellos derrumban los puentes de diálogo con la oposición y vienen teniendo una administración venida a menos en sus respectivas carteras.
Es por tanto imperioso que el presidente considere reformular el actual Gabinete. Más de un integrante viene cayendo en actitudes de enfrentamientos y entredichos, además de cuestionamientos por sus malos quehaceres, vínculos y pésimo manejo en sus sectores. Así, ministros como Daniel Urresti se enfrascan en insultar a través del Twitter a todo aquel que decida criticar al Gobierno, mientras la inseguridad ciudadana sigue campeando en el país. Por otra parte, su par en el sector Defensa, Pedro Cateriano, se ha sumado a los insultos y grescas hacia representantes de la oposición, además de manejarse como un titular sin autonomía que cae en el servilismo hacia el presidente y su esposa.
El quehacer que viene teniendo la presidenta del Consejo de Ministros, Ana Jara, quien bien habría hecho en continuar con los hilos de diálogo llevados a cabo a inicios de su gestión, genera sin duda la posibilidad de replantear su permanencia como cabeza del consejo ministerial. El haber reconocido en los últimos días que habría dentro de la Dirección de Inteligencia Nacional facciones orientadas a prácticas montesinistas como el seguimiento y el reglaje a autoridades nos lleva a tal conclusión.
De otro lado, se cuenta con una ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables que, por los hechos revelados la última semana, genera la duda de si como titular del sector realmente puede atender las necesidades de las mujeres. A su vez, la desnaturalización de los programas en el sector Vivienda, realizada por el ministro Von Hesse, ponen en duda su permanencia también. Y como si no fuera suficiente, la denuncia por conflicto de intereses en contra del titular de Energía y Minas, Eleodoro Mayorga, por sus vínculos con una empresa noruega lo ha descalificado para seguir manteniéndose en este sector.
Por todo ello, es necesario que el jefe de Estado ponga énfasis en refrescar el Gabinete Ministerial y lo cambie por uno integrado por personalidades reconocidas en sus cualidades técnicas y profesionales. Asimismo, que llamen al restablecimiento de los puentes de entendimiento necesarios con las fuerzas de oposición, estableciendo consensos a fin de llevar adelante una agenda legislativa prioritaria a julio del año 2016, en la cual se cuente con el ánimo para la discusión y aprobación de iniciativas necesarias como la reforma del sistema electoral y la reactivación de nuestra economía.
Así, estos gestos que consideramos imperiosos, ayudarían en el año y medio que le queda al Gobierno a tener un nuevo clima sin tanto ruido político y que al estar basado en el entendimiento, le devolverá al país la estabilidad, institucionalidad democrática y confianza por parte de los inversionistas y agentes económicos que tanto se necesitan.