(Foto: Archivo El Comercio)
(Foto: Archivo El Comercio)
Iván Alonso

Un misterioso personaje japonés, Satoshi Nakamoto, es el creador de bitcoin, la primera moneda digital o “criptomoneda” de amplia aceptación en el mundo. Aunque ha habido antecesoras como bitgold y b-money, ninguna ha tenido el éxito de bitcoin. Cientos de miles de tiendas reciben pagos en bitcoins. Se calcula que entre tres y seis millones de personas tienen “billeteras”, o sea, cuentas en bitcoins.

De Satoshi mismo no se sabe mucho. Desapareció de escena hace varios años, traspasándole la responsabilidad del mantenimiento del sistema a Gavin Andresen, un ingeniero norteamericano. Nadie sabe a ciencia cierta si Satoshi Nakamoto es su verdadero nombre o un seudónimo o quizás el seudónimo colectivo de un grupo de personas, a la manera de los matemáticos franceses que, bajo el nombre de Nicolas Bourbaki, pretendían reformular toda su disciplina sobre la base de la teoría de conjuntos.

Bitcoin, por su parte, pretende reformular el sistema de pagos sobre la base de un gigantesco libro de contabilidad virtual, donde se registran todas las transacciones, a tal punto que es posible identificar en qué manos está cada unidad y por qué manos ha pasado antes. El libro no lo controla ninguna autoridad. Es un registro descentralizado, que se actualiza periódicamente por consenso entre un número indeterminado de “mineros”.

Cada transacción en la que una persona hace un pago a otra en bitcoins se transmite a una red de comunicación. Los mineros toman un bloque de transacciones y mediante una operación matemática sacada del mundo de la criptografía comprueban si es consistente con los bloques anteriores, en cuyo caso lo agregan a la cadena. De allí el nombre de “blockchain”.

El primer minero en encontrar la solución para agregar un bloque recibe como premio un cierto número de bitcoins. Ésta es la única manera en la que puede crecer la cantidad de bitcoins en circulación. Actualmente hay como 16 millones. De acuerdo con las reglas establecidas por Satoshi, la oferta de bitcoins alcanzará un máximo de 21 millones dentro de unos cien años, y después de eso no se podrá crear más.

Si bitcoin es o no es una moneda, depende de lo que se entienda por moneda. Los economistas le asignan a la moneda tres funciones básicas: servir como unidad de cuenta, como medio de pago y como depósito de valor. Las dos primeras, es evidente que bitcoin las cumple; pero la tercera no. El valor del bitcoin es tremendamente inestable. En los últimos tres meses ha subido de 2,000 a 3,000 dólares, para luego bajar nuevamente a 2,000 y volver a subir a más de 4,000.

Pero la pregunta más interesante es si será una moneda libre de inflación. El hecho de que no esté controlada por ninguna autoridad central es alentador porque históricamente ha sido la necesidad de financiar los déficits fiscales imprimiendo moneda lo que ha causado las grandes inflaciones. La “política monetaria” de Satoshi, que ha fijado un límite absoluto a la emisión de bitcoins, es una vacuna contra la inflación… si es que los mineros del mañana no la cambian. Eso parece improbable porque tarde o temprano se darán cuenta de que pueden actuar como un banco, otorgando préstamos a sus clientes mediante la simple anotación de depósitos en sus “billeteras”, lo cual quizás sea bueno para la economía, pero eventualmente puede terminar en una emisión descontrolada.