(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Hugo Neira

Estoy en Santiago, es rutina, para escribir mis libros, que por lo general termino en Lima. Y eso antes o al retorno a Europa. En el Viejo Continente encuentro colegas y novedades. En mi vida, aprendí a aprender. Pero esta vez, una sorpresa en Santiago. Tienen por estas fechas su Congreso Futuro. Pero en este 2019, se ha vuelto gigantesco. Ni futurismo ni profecías. Conocimiento.

Se han traído cuatro premios Nobel, tres de Física y uno de Medicina y Fisiología. Brian Schmidt, en el 2011, por comprobar la expansión del universo; Serge Haroche, por medir sistemas cuánticos individuales en el 2012. Michael Kosterlitz, en el 2016, por hallar formas inusuales de materia. Y Bruce Beutler, en el 2011, por descubrir por qué existen inmunidades innatas. Además, 100 invitados, 300 charlas y unas 500 ponencias, en Santiago y también en provincias: Antofagasta, Coquimbo, Maule, Biobío, etc. Entre el 14 y el 20 de enero. Explican y discuten ante el público, tres invitados. Sobre el rompecabezas genético, el futuro de la alimentación, la prolongación de la vida. Es un evento en Chile y universal. El tema de fondo es el y el desafío a la humanidad. Sigo, pues, “el futuro sostenible” por las mañanas, y por las noches, mi libro que trata otros temas.

Pero al escribir estas líneas tengo un conflicto de emociones. Me conmueve la inundación en San Juan de Lurigancho. Que el lector, por favor, no tome esta crónica como un reproche a nuestro atraso. Veo en cambio que los están atendiendo.

Volviendo al Congreso Futuro, es científico y filosófico. La pregunta mayor es la siguiente: ¿Qué especie queremos ser? El Congreso Futuro sostiene en los diarios chilenos que “la humanidad vive su máximo esplendor de desarrollo”. En efecto, los propósitos van más lejos que Julio Verne o la ciencia ficción de Asimov, que devoré en mi juventud. Hoy día, es proyecto prolongar la vida, modificar los genes.¿Matar a la muerte? Pero a la vez, . Así, la sociedad industrial misma está en cuestión. Nuestros errores: combustibles fósiles, tala de selvas tropicales y el ganado producen gases que al añadirse a la atmósfera, elevan la temperatura. Esto ha comenzado en el siglo XIX. CO2, metano, óxido nitroso, gases fluorados. Los humanos no causamos el cambio climático, pero lo incrementamos.

El Congreso Futuro, por lo visto, intenta democratizar la información científica de los ciudadanos. Unas 40 mil personas se han inscrito como presenciables. Y tienen 2 millones de seguidores en virtual. Las charlas son transmitidas en . Y de la enorme bibliografía me atrevo a recomendar un libro excepcional: Mark Lynas, “Seis grados. El futuro en un planeta más cálido”. Premio de la Royal Society, Reino Unido. Cada capítulo es un grado más alto. Si no se hace algo decisivo, en el 2050, estamos perdidos. Confieso que al leerlo, solo he llegado al grado 3. Me resisto a saber cómo será el planeta recalentado.

Aterricemos. Nuestra economía, política, hábitos, consumos, resultan prácticamente obsoletos. La física –la nanotecnología– busca nuevas formas de energía.

La meta, no sobrepasar dos grados más. Tal es la respuesta inmediata a la naturaleza. Ciencia y tecnología. Un conocimiento que todo pueblo o nación puede adquirir. Y una responsabilidad que toca a cada Estado, sin excepción. Entre tanto, el lector puede preguntarse, ¿lograr el bienestar con otro tipo de producción? El reto del cambio climático pone en cuestión la actual civilización del derroche de energía y de consumo. ¿Y qué pasará en el Perú, al final de este siglo, si los ríos de la costa no tienen nada de agua?