Cateriano debe irse, por Fernando Rospigliosi
Cateriano debe irse, por Fernando Rospigliosi
Fernando Rospigliosi

Como ha sucedido desde el principio de este calamitoso gobierno, las crisis tienen su epicentro en el poder ilegítimo e ilegal que detenta la primera dama . En esta ocasión, el abrupto despido de la valiente procuradora de lavado de activos Julia Príncipe, por haber realizado su trabajo, dar los pasos necesarios para que se investigue a la esposa del presidente, ha suscitado otro descalabro político del régimen en una situación particularmente delicada.

Nadine Heredia no hizo sino empeorar las cosas al aparecer en una conferencia de prensa fingiendo ser una mártir, y sosteniendo versiones tan obviamente falsas como que ella es una ciudadana de a pie víctima de una injusticia –el Tribunal Constitucional decidió por 6 a 0 que se haga lo que la mayoría de la ciudadanía demanda, que se la investigue–, o que no ha tenido nada que ver con el despido de Príncipe. Y atacó con virulencia a sus adversarios políticos, que son los que lideran las encuestas electorales.

Aunque parezca increíble, Heredia todavía no se da cuenta de que está en la etapa inversa a la del “efecto teflón”, es decir, ahora prácticamente todo lo que diga se vuelve contra ella. La única posibilidad de mejorar en algo su situación sería mostrar una actitud contrita, reconocer errores y pedir disculpas. Pero eso está fuera de su comprensión y es incompatible con su injustificada arrogancia.

Está claro para todos –aunque algunos no quieran reconocerlo– que la única posibilidad real de llegar al 28 de julio del 2016 en paz y tranquilidad es apartar a Heredia del ejercicio ilegal del poder. Es una situación similar, en cierto sentido, a la del año 2000, cuando Alberto Fujimori, presionado por la calle y la comunidad internacional, despachó a su hasta entonces inseparable socio Vladimiro Montesinos, que era el que detentaba el poder real.

En este caso, Heredia es la esposa del presidente y, obviamente, nadie pide que se separe o divorcie. Pero la solución existe: nombrar a un primer ministro independiente, con peso propio en la sociedad y la política, que no se someta a los dictados de la primera dama.

Porque la crisis actual no se hubiera producido sin la obsecuencia del primer ministro –el que como ministro de Defensa pedía luz verde a Nadine–, que el lunes en la noche encabezó el respaldo a su protegido Gustavo Adrianzén, que en ese momento ya había firmado la resolución de despido de Julia Príncipe. A sabiendas, además, que eso implicaba la inmolación de Adrianzén, que si no renunciaba sería censurado por el Congreso.

En suma, Cateriano aceptó liquidar a su recomendado y generó, conscientemente, una crisis política con el despido de Príncipe siguiendo los dictados de –y para proteger a– Heredia. .

Ahora el Apra y otros grupos han planteado la interpelación y posible censura de Cateriano y José Luis Pérez Guadalupe –el otro firmante del despido de Príncipe–. Lo hacen porque saben que ser firmes opositores a un gobierno desgastado da réditos electorales. El fujimorismo, que ya se cree gobierno, quiere mostrar una imagen reposada, no hacer olas.

Pero al margen de las distintas tácticas electorales de los candidatos, lo cierto es que con un primer ministro sumiso y obediente a Nadine no se tendrá estabilidad política ni tranquilidad en los nueve meses que todavía faltan para que termine este infausto gobierno.

La única alternativa razonable para apartarla del poder es presionar al presidente Ollanta Humala y forzarlo a nominar un primer ministro independiente, que pueda poner a tres o cuatro ministros que lo respalden en el Gabinete, que no se preste al juego de la primera dama, cuyo interés fundamental es impedir que se la investigue y hace girar la política del gobierno alrededor de ella.

Es muy difícil, por cierto, porque Humala no solo es esposo y socio político de Heredia, sino también cómplice. Pero si se forzó a Fujimori a deshacerse de Montesinos, ¿por qué no se puede lograr que Humala haga lo propio?