
Lo que pretendía ser un ejemplo de transparencia para Colombia y el mundo terminó pareciéndose a un sketch de “El especial del humor”. El martes último, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, decidió transmitir en vivo la sesión de su Consejo de Ministros. En redes sociales han quedado registrados algunos de los momentos más insólitos de la misma. Se aprecia, por ejemplo, a un ministro manifestándole su amor al mandatario y a otro reclamándole porque no le prestaba atención.
Petro había iniciado el debate llamando la atención a algunos miembros de su Gabinete por incumplir una serie de compromisos. Pretendía dar la imagen de un líder enérgico que jala las orejas en público a sus funcionarios, pero solo logró gatillar el caótico show. Si su objetivo era captar la atención, pues sí que lo consiguió, ya que la transmisión tuvo un alto ráting y las incidencias del debate generaron hilaridad en todo el mundo. Pero el experimento comunicacional terminó desnudando el caos de un gobierno a la deriva.
Sería interesante, aunque poco probable e incluso arriesgado, que los peruanos tengamos una experiencia similar. Veríamos en vivo a Dina Boluarte y su Consejo de Ministros ratificando sin debate alguno cuanta ley les envíe el Congreso. Seguramente veríamos a los integrantes del Gabinete en una competencia interna de zalamerías a la mandataria, elogiando su melodiosa voz cantarina o rivalizando en demostrar quién se ríe más fuerte de sus chistes.
Lo más cercano a la transparencia en los debates de asuntos de interés público son las sesiones del pleno y las comisiones del Congreso. Además de la habitual pobreza argumental de nuestros legisladores, todos hemos escuchado, cortesía de algún micrófono que quedó encendido por descuido, frases como “te veo muy acaramelada” o “estoy votando sin saber nada”. O el vergonzoso cuestionario que le plantearon hace unos meses a Julio Velarde. Muchos de los penosos discursos e intervenciones de nuestros parlamentarios pueden hacer quedar a los ministros de Petro como grandes estadistas.