Las condiciones de la vacancia, por Fernando Rospigliosi
Las condiciones de la vacancia, por Fernando Rospigliosi
Fernando Rospigliosi

Por desgracia para la estabilidad del país, la posibilidad de vacancia presidencial ya se discute abiertamente. Dos de las tres condiciones básicas para derrocar presidentes por la vía constitucional ya están presentes. Falta, sin embargo, la tercera, que es la más importante y decisiva. (Aníbal Pérez-Liñán, “Juicio político al presidente y nueva inestabilidad política en América Latina”).

La primera es que se produzcan escándalos políticos que afecten al presidente. Esa condición existe desde el principio y de sobra. 

Y ahora toca directamente a Pedro Pablo Kuczynski (PPK) el más grande caso de corrupción descubierto en los últimos tiempos, los sobornos pagados por Odebrecht a altos funcionarios públicos de los tres últimos gobiernos. PPK fue ministro de Economía y presidente del Consejo de Ministros en el gobierno de Alejandro Toledo, y el asunto puede alcanzarlo. 

Como dice Augusto Álvarez Rodrich, “si ese expediente [Odebrecht] evoluciona de manera desfavorable para PPK, casi que no hay que ser muy zahorí para suponer que, entonces, el fujimorismo lo utilizaría para organizar su vacancia presidencial” (“La República”, 5.1.17). 

PPK y algunos de sus seguidores, en su ingenuidad, creen que eso no es posible porque es inocente y él no recibió coimas. ¿Y eso qué tiene que ver? Lo que hace el Congreso es un juicio político y, en ciertas circunstancias, lo puede vacar aunque sea inocente. 

En el caso más reciente, a Dilma Rousseff la sacaron de la presidencia acusándola de maquillar las cuentas fiscales, porque no podían probarle ningún acto de corrupción. 

En el primer caso registrado en América Latina (AL), precisamente en Brasil, vacaron a Fernando Collor de Mello en 1992 (en realidad renunció poco antes de la votación) acusándolo de corrupción. Años después Collor fue absuelto por el Poder Judicial de todos los cargos. 

Entiéndase bien, entonces, la culpabilidad o inocencia no es relevante a la hora que el Congreso toma la decisión. 

La segunda condición para la vacancia es que haya una mayoría en el Parlamento dispuesta a hacerlo. Eso ya existe, también desde el primer día. En realidad, cuando las cosas se ponen mal para el presidente, los congresistas pasan a la oposición rápidamente. Alberto Fujimori tenía mayoría en el 2000 y los congresistas cambiaron de bando. Igual ocurrió con Dilma y con muchos otros presidentes destituidos. 

Pero no bastan las dos primeras. La tercera es la más importante: que la economía vaya muy mal y que estén las masas en la calle protestando contra el gobierno y enfrentándose a las fuerzas del orden. 

Por ejemplo, cuando Alan García intentó vacar a Alejandro Toledo en el 2004, tenía las dos primeras condiciones, pero le faltó la tercera 

–la economía crecía y la gente estaba cansada de protestar– y no pudo cumplir su objetivo. (Ver esta columna “Cuando Alan quiso derrocar a Toledo”, “La República”, 24.2.13). 

Ese es el tema fundamental, el descontento popular por la mala situación económica. Cuando hay empleo e ingresos, la población es mucho más comprensiva con la corrupción y los escándalos. Pero cuando va mal, la corrupción se vuelve intolerable. 

El objetivo de la vacancia sería, obviamente, adelantar las elecciones. Hay muchísimas variantes de quién se encarga de la transición. 

En síntesis, la posibilidad de una destitución del presidente es muy real. Nadie puede predecir con certeza si se concretará algún día o no. Depende de cómo se desenvuelvan los actores políticos, pero, sobre todo, del desempeño de la economía que a su vez está vinculada a factores externos incontrolables desde aquí. 

Quizás en un lapso de seis meses a un año se produzca una crisis y se tensen las fuerzas a favor y en contra de la vacancia. 

Contrariamente a lo que algunos sostienen, la destitución de PPK no significaría necesariamente el quiebre de la democracia, pero sí crearía un indeseable período de inestabilidad que no ayudaría a la recuperación económica. 

Hay personas que creen que es preferible no hablar de los peligros y que es mejor expresar buenos deseos. En verdad yo también deseo que en el 2017 los peruanos manejemos con prudencia y respetemos las normas de tránsito, que no arrojemos basura en las playas y las calles, que el Perú vaya al Mundial, que no continúen los conflictos sociales y que no se produzcan enfrentamientos y haya estabilidad política. ¡Feliz año!