Gonzalo Banda

“Ojalá que nuestros asesinos los asesinen a esos malditos”, fue la recomendación del inefable congresista para enfrentar al crimen organizado. Brillante. El Estado debería organizar un ejército de mercenarios criollos que se carguen a los sicarios extranjeros. De qué sirve el monopolio de la violencia legítima si estamos en tierra baldía, no hay seguridad, pues habitamos en medio del estado de naturaleza hobbesiano donde todos hacen la guerra con todos.

“Pónganse láminas antibalas”, aconsejaba el congresista a los transportistas, mientras cavilaba la segunda parte de su meditación sobre cómo los policías debían incursionar de incógnito en las combis. Un portento. Si Estados Unidos había implementado la política de que un oficial volara junto a la tripulación, a lo mejor nuestra siempre eficazmente organizada y prolija policía podría darse abasto para subirse en cada una de las más de 13.000 unidades de transporte que circulan en Lima. Imaginen una combi informal peruana que no pasa ni inspecciones técnicas, tuneada con un blindaje de lunas de miles de dólares y encima con agentes encubiertos.

Es mucho pedir que nuestros parlamentarios decidan legislar eficazmente, pero al menos que no nos tomen el pelo. Su nivel de desconexión con los problemas es directamente proporcional a la cantidad ingente de asesores que pagan y al total de remuneraciones anuales que reciben. Quizá lo más preocupante de sus desangeladas declaraciones es la confesión desvergonzada de que el Estado es incapaz de librar la batalla y que el ciudadano debe asumir los costos de su protección.

En otras columnas ya había advertido que más pronto que tarde el Estado Peruano iniciaría otra fase en su ineptitud por proveer seguridad pública, y les rogaría educadamente a los ciudadanos que contraten matones competentes. En otras esferas, las soluciones privadas a los agudos problemas de la salud pública son respuestas que han generado asimetrías enfermizas, y que han terminado posibilitando que los grandes carteles de mercaderes de la salud sean prósperos y solo son expuestos cuando una grave denuncia rompe los titulares como sucedió en el caso de los sueros que mataron a compatriotas. Pero sería inaudito aceptar socialmente la conformación de ejércitos de matones profesionales. Una cosa es que hayamos aceptado a los guachimanes y las rejas que son más peruanos que el cebiche, pero sería inconcebible legitimar ejércitos de matones a sueldo.

No falta nada para que el Estado Peruano se rinda y le pida al ciudadano que se salve como pueda. No estamos tan lejos de la promulgación de bonos para que se puedan pagar a los extorsionadores, subsidios para que los transportistas puedan blindar sus unidades, flexibilización de los permisos para portar armas, legalización de contratistas que ofrecerán servicios de protección privada a precio de descuento y conformados por mercenarios que son ‘part time’ extorsionadores y ‘part time’ agentes de seguridad. Bienvenidos al país del sálvese quien pueda.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Gonzalo Banda es Analista político

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