"Esta debe ser una oportunidad para atacar las debilidades sistémicas con acciones globales. En América Latina, casi 37 millones de personas carecen de agua potable y 110 millones no tienen saneamiento".
"Esta debe ser una oportunidad para atacar las debilidades sistémicas con acciones globales. En América Latina, casi 37 millones de personas carecen de agua potable y 110 millones no tienen saneamiento".
Marco Kamiya

Ante la de peste bubónica que asoló Lima en 1903 el municipio decidió ofrecer 5 soles de recompensa por cada rata muerta para combatirlas como vector de transmisión entre las pulgas y el hombre, pero pronto la medida se derogó porque individuos sin escrúpulos organizaron criaderos de ratas para venderlos a la junta edilicia. Marcos Cueto cuenta esta historia en el fascinante libro “El regreso de las epidemias: salud y sociedad en el Perú del siglo XX” (IEP, 2000), donde describe la relación entre las epidemias, los sistemas de salud, la desigualdad y el hacinamiento en las del Perú.

La peste afectó a las ciudades de la costa peruana en forma endémica entre 1903 y 1930; la fiebre amarilla a la costa norte entre 1919-1922; el tifus y la viruela comenzaron en la década del 30 en Puno y se extendieron al resto de los Andes; la malaria en 1932 atacó Cusco y se propagó a muchas regiones, y el más reciente, el cólera, atacó en 1991 enfermando a más de 300.000 personas y matando a casi 3.000. Estas enfermedades existen hasta hoy, sumándose la tuberculosis, el sida y el dengue, entre otras. Cueto describe el papel de muchos médicos célebres, destacando también la respuesta comunitaria y organizacional de las poblaciones. Esta es una situación común en la región donde la recurrencia de las epidemias se explica por la falta de recursos disponibles y la discontinuidad en provisión de infraestructura de salud, todo ello magnificado por el desmantelamiento de las políticas públicas sociales en las últimas décadas.

El sigue su rápida expansión a los países del sur global, y en Asia, África y América Latina se esperan varias semanas para que el contagio llegue a su altura máxima, con gran incertidumbre sobre cómo va a evolucionar la pandemia cuando ingrese a los barrios marginales, a los vecindarios pobres que sufren de hacinamiento, y a las áreas rurales donde los servicios médicos son limitados.

El escenario temido y que debe ser evitado es el de abandonar vecindarios donde la epidemia ataca, convirtiéndolos en guetos donde nadie puede salir ni entrar. En el 2014, en Monrovia, capital de Liberia, cuando el ébola llegó a los barrios marginales, esa fue una de las medidas iniciales que elevó el costo humano y social, pero el Gobierno revirtió esta política para preparar un plan posébola involucrando a la comunidad internacional con fondos de alivio de emergencia y capacidad técnica.

Algunas medidas de países de Asia con presencia de barrios marginales pueden ser útiles para la región: (i) programas de transferencia condicional de efectivo, en Bangladesh, Camboya, Indonesia y Filipinas; (ii) números de identificación vinculados a cuentas bancarias, con éxito en la India; (iii) tarjetas de E-Beneficio, no están vinculadas a una cuenta de banco sino que son tarjetas de débito que tienen integrados los subsidios de emergencia: aplicado en Tailandia, Pakistán y Mongolia; (iv) sistema de microcrédito: en Tailandia, donde el sistema se usa para la población informal que no tiene seguro social; (v) tecnologías para distribución comunitaria de ayuda a fin de reducir las concentraciones de gente, entre otras.

Más adelante, esta debe ser una oportunidad para atacar las debilidades sistémicas con acciones globales. En América Latina, casi 37 millones de personas carecen de agua potable y 110 millones no tienen saneamiento; según la OIT, casi la tercera parte de los trabajadores no están cubiertos por sistemas de salud; y de acuerdo con ONU-Habitat, el 25% de la población vive en condiciones de hacinamiento. Los gobiernos locales que están al frente no tienen financiamiento para emergencias. Estos temas sobrepasan la capacidad no solo de los gobiernos locales, sino de los países. Hay que ser realistas, el diseño de sistemas de salud que incluye hospitales, postas médicas en zonas rurales y mecanismos de seguro mínimo universal es deseable, pero la inversión requerida –incluyendo el fortalecimiento de la gobernanza pública, y la capacidad técnica– está lejos del alcance de muchos gobiernos.

Después de la Segunda Guerra Mundial, además del Plan Marshall para reconstruir Europa Occidental, la Conferencia de Bretton Woods creó organismos financieros para apoyar la reconstrucción, entre ellos el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional; la economía fue la prioridad asumiendo que el crecimiento promovería la inversión en los sistemas sociales incluyendo salud y educación, pero no fue suficiente. Es momento de actuar localmente al tiempo que se coordina globalmente, pensando en las acciones que requieren de un enorme esfuerzo multilateral.

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