"Entre los encuestados, el promedio de sueldos de hombres es S/15.500 al mes, el de las mujeres es S/9.500". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Entre los encuestados, el promedio de sueldos de hombres es S/15.500 al mes, el de las mujeres es S/9.500". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Daniela Meneses

A pesar de que en el Perú se habla cada vez más de la inequidad de género en el sector laboral, no todos están convencidos de ello. La II Encuesta de Equidad de Género de “Semana Económica” y la Cámara de Comercio de España (CCE), elaborada por Ipsos, nos lo recuerda: un cuarto de los gerentes, ejecutivos y asistentes de empresas top 2.500 encuestados considera que “en la actualidad, realmente no existen grandes problemas de discriminación o inequidad para las mujeres en el ámbito laboral”. Y el 17%, aunque no está de acuerdo con la frase, tampoco está en desacuerdo con esta…

Más allá de las opiniones están los datos: las barreras que enfrentan las mujeres en las empresas existen. Y aunque podría citar estudios y cifras, quizás sea más ilustrativo pensar en el vocabulario que las condensa (y que ha sido recopilado en una publicación de la OIT). Quizás el más conocido sea ‘techo de cristal’, que “describe las barreras invisibles, sutiles, que impiden que las mujeres avancen en sus carreras, o que asciendan a posiciones gerenciales altas, independientemente de sus calificaciones, desempeño, logros o compromiso con el trabajo”. El ‘piso pegajoso’ alude a que las mujeres también enfrentan barreras al inicio de sus carreras, que les impiden tener los mismos prospectos laborales, sueldos, condiciones y posibilidades de ascenso que los hombres. El ‘acantilado de cristal’, por su parte, se refiere a que “las mujeres tienen más probabilidades de llegar a puestos en directorios en un contexto de crisis o de alta probabilidad de fracaso”. Y el ‘laberinto’ busca resaltar que las barreras no solo están en la organización, sino también en la vida de las mujeres (carga familiar, estereotipos de género, etc.).

En el Perú no somos inmunes a los problemas anteriores. Y eso es lo que nos dice el estudio con el que comencé este artículo. Van algunos datos. Entre los encuestados, el promedio de sueldos de hombres es S/15.500 al mes, el de las mujeres es S/9.500. Solo el 17% de las máximas autoridades son mujeres; en la primera línea, el porcentaje de mujeres sube, pero solo al 36%. La mitad de las mujeres ha sido acosada en el trabajo, y entre los tipos más comunes de acoso están los comentarios o bromas de doble sentido, los comentarios sobre el aspecto físico y los tocamientos de carácter sexual. Casi un cuarto de los encuestados están de acuerdo con que “las jefas mujeres suelen ser más emocionales al momento de tomar decisiones que los jefes hombres”. Esto por no hablar de la desigualdad en casa, donde los hombres dedican menos horas a las tareas del hogar y a la atención exclusiva de los niños o ancianos, y más tiempo a dormir.

El mes pasado, en el Ránking PAR, la consultora Aequales y la CCE ya nos alertaban sobre la desigualdad que encontró en su estudio realizado en 275 organizaciones. Estas incluían, aunque no exclusivamente, las diferencias salariales y de participación en niveles jerárquicos, y las barreras para acceder a áreas estereotípicamente masculinas, que son también centrales al negocio (como producción, logística y planeación estratégica).

La buena noticia es que hay rutas de acción. Aequales, por ejemplo, menciona entre las posibilidades la creación de comités de género; el establecimiento de cuotas internas; la creación de un enfoque de género en las áreas de gestión de talento; la implementación de estrategias que promuevan la flexibilidad para los empleados; y la creación de mecanismos para prevenir y enfrentar el acoso sexual.

Pero todo parte de reconocer el problema. Y de darnos cuenta también de que la realidad laboral del Perú es múltiple, y que las acciones necesarias dependerán siempre de la empresa y del sector en el que nos encontremos. En ese sentido, vale la pena leer el informe presentado ayer por la OIT sobre el trabajo y las mujeres en la región. Ahí vemos, por ejemplo, datos como el que señala que el incumplimiento de salarios mínimos afecta desproporcionadamente a las mujeres; que las brechas de género son más altas en el autoempleo que en el trabajo dependiente; o que la asignación de roles de género en áreas rurales suele ser más rígida, lo que obstaculiza el acceso de las mujeres al trabajo así como sus trayectorias laborales.

Nota del editor: Una versión anterior de este artículo señalaba: “La II Encuesta de Equidad de Género de “Semana Económica” y la Cámara de Comercio de España (CCE), realizada por Ipsos, nos lo recuerda [...]”. Esa oración ha sido cambiada después de la publicación del artículo.