
Mientras la presidenta Dina Boluarte sigue (y seguirá) en las nubes, desconectada de la realidad, favoreciendo agendas pro impunidad y antiinstitucionalidad, el Perú va preparándose para las elecciones del 2026.
Es tal la frustración frente a las autoridades actuales, incluido el Parlamento, que adelantarse a un futuro incierto termina siendo una mejor alternativa a repetir una y otra vez el desastre que representa el día a día de la gestión que nos heredarán la mandataria y sus ‘cómplices’ del Congreso (o viceversa).
Por algo ayer este Diario abrió su portada con una noticia electoral: “Tendremos dos cédulas de votación para las elecciones del 2026″, y “Perú 21″ lo hizo con una encuesta de Ipsos titulada “El candidato que buscan los peruanos”.
Respecto a las cédulas de votación, la ONPE ha señalado que planea entregar dos. Una para la plancha presidencial, el Senado de lista nacional y el Parlamento Andino. La otra para el Senado por circunscripción y diputados. La justificación sería una ley aprobada en esta gestión (la 32166) para que los miembros de las Fuerzas Armadas y policía en servicio en zonas distintas a aquellas en las que les toca votar (250 mil según la nota) puedan hacerlo por las elecciones de lista nacional. De la lectura de la norma no se desprende que deban dividirse las cédulas de votación de todos los peruanos. Nuestros militares y policías deben tener todas las facilidades para votar. Sin embargo, no parece una buena idea dividir las cédulas de todos como si se tratase de elecciones distintas. La ONPE está a tiempo de explicar mejor sus interpretaciones y de llamar más la atención sobre los detalles de lo que apunta a ser algo extremamente complejo de organizar (más de 40 partidos y dos cámaras con distintos sistemas de elección).
Respecto a la encuesta Perú 21-Ipsos, quizá el dato más interesante es que el 81% del Perú preferiría votar por un partido que no esté representado en el actual Congreso y el 61% por un político nuevo. Este tipo de posturas no son una novedad. Sin embargo, en un contexto en el que tenemos una presidenta y un Congreso con aprobación de un dígito, el castigo a sus ‘socios’ políticos puede ser grande. Más si la oferta electoral es tan amplia (habrá varios ‘nuevos’ en esa cédula). En esa línea, la mejor narrativa de campaña será el antidinismo, que incluye a sus aliados. Esto se sentirá más conforme pasen los meses, salvo, claro está, que sea vacada. Es increíble cómo la comodidad de estar cerca del poder (por decirlo bonito) nubla visiones de futuro.
En la encuesta, Keiko Fujimori lidera la intención de voto con el 12%, seguida por Rafael López Aliaga y Carlos Álvarez con el 4%. Por debajo hay un pelotón de 12 potenciales candidatos con entre 3% y 4%. El blanco/viciado/ninguno llega al 30% y el no precisa al 14%.
Si bien es una foto muy anticipada, va pintando la cancha de la hiperfragmentación del voto. Que Keiko Fujimori triplique a quien aparece en segundo lugar no es un dato menor. Habría que recordarles a los naranjas que en esta elección probablemente no solo luchen contra el antifujimorismo, sino también contra el antidinismo, que puede ser aún más fuerte.