Mabel Huertas

Los cambios que deseamos para restablecer la seguridad ciudadana no se darán en este gobierno. Es iluso pensar lo contrario. Para que eso suceda, y su mediocre y cómplice maraña de paracaidistas en Palacio deberían dar un paso al costado o ser expectorados por el

, el , ha logrado desarrollar un efecto teflón: todas las denuncias le resbalan. Ser el operador político de la presidenta, quizás conocer algunos de sus secretos, y convertirse en uno de los abanderados del “anticaviarismo” le permiten un blindaje impúdico.

Como sociedad, nos estamos acostumbrando a este nuevo ‘statu quo’ de violencia, corrupción e ilegalidad. Ante la ataraxia colectiva, no queda más que ir contando muertos, mientras la gran masa de peruanos desarrolla estrategias de supervivencia en las calles para llegar sanos y salvos a casa.

Vivimos resignados. Somos un rebaño caminando pasivo sobre una cinta de Moebius, esperando tomar aliento en la próxima campaña y al caudillo que nos haga las propuestas más “originales” para calmar nuestros temores, aunque sean solo un efecto placebo. No en vano, una encuesta publicada por “Perú 21″ este fin de semana reveló que, ante la pregunta “¿Por qué tipo de líder votaría para presidente en el 2026?”, el 39% respondió que por un líder fuerte, dispuesto a imponer mano dura.

Pero esa vocación autoritaria ya la teníamos. La verdadera novedad es que el escenario en el que se llevarán a cabo estas próximas elecciones podría tener características de violencia no vistas desde los tiempos de tiempos que muchos jóvenes peruanos ni siquiera registran en su memoria. Mientras tanto, el lumpen transita los espacios políticos con una familiaridad brutal.

Ante la novelería del populismo punitivo que se avecina en campaña, tenemos el deber de identificar dos tipos de candidatos que se venderán como profetas de la seguridad ciudadana: el que, desde su curul o liderazgo político, no tuvo las agallas para denunciar en su momento la inoperancia de Santiváñez y el gobierno de Boluarte porque se sentía cómodo en ese perverso equilibrio Legislativo-Ejecutivo, y el otro (aún más cobarde) que, teniendo voz, la camufla por puro cálculo electoral, que prefiere el silencio mientras las cifras de violencia y criminalidad recrudecen porque sus asesores le dicen que aún es muy pronto para capitalizar votos. ¿Cómo explicar que hay 41 partidos políticos inscritos en el registro de organizaciones políticas y ni un solo líder que se la juegue? ¿Quién de todos ellos, muchos ilustres anónimos, podrá ayudarnos?

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mabel Huertas es Socia de la consultora 50+Uno

Contenido Sugerido

Contenido GEC