
La censura y salida del exministro del Interior ahondan la crisis del gobierno. No porque cae una pieza del tablero, sino porque el tablero se sigue sosteniendo en la pata mala.
La presidenta Dina Boluarte, tras la salida de su ministro favorito, ha dicho que quiere otro como él.
Pondremos, ha dicho la mandataria, “a otro ciudadano valiente como él”. Lo hará para que ponga orden en un ministerio “que estaba capturado por las fuerzas oscuras”.
Como en el discurso de Santiváñez en el Congreso, la jefa del Gobierno insiste en la crítica contra el Ministerio Público.
“La policía los detiene (a los criminales) y por otra puerta salen. ¿De quién es la responsabilidad?”, se preguntaba.
Es cierto que hay fiscales que dejan libres a delincuentes. Como es cierto que policías extorsionan a ciudadanos. Jamás resolveremos ninguno de los problemas si acusamos al otro y eludimos la propia responsabilidad.
Si hay un problema en el Ministerio Público, la jefa del Estado debe llamar a la fiscal de la Nación y sentarse a trabajar. A revisar casos, a seguirle la ruta al delincuente liberado. Lo mismo debe hacer con el Poder Judicial.
Es evidente que lo que se requiere es coordinación y continuidad institucional. El bloqueo de este “flujo sanguíneo” entre las instituciones no podrá liberarse. Seguiremos condenados al avance del crimen.
La presidenta es investigada por el Ministerio Público. Como Dina Boluarte cree que es un asunto personal, no cabe esperar que ella dirija la recuperación de este quiebre entre las instituciones.
Dina Boluarte mintió sobre los relojes Rolex y mintió sobre sus cirugías, de manera flagrante y comprobable.
En el caso del “cofre” presidencial, Boluarte ocultó información y manipuló testigos. Santiváñez le fue útil para desactivar la Diviac y sacar al coronel Harvey Colchado. No sabemos en qué otras cosas le fue tan útil el que fuera su ministro favorito.
Preocupa, por todo eso, el reemplazo del exministro Santiváñez. “Tan valiente como él” parece significar, para Boluarte, “tan útil para acallar las investigaciones en mi contra”.
A Santiváñez lo censuraron solo por presión de la opinión pública. El Congreso demostró que ya entró en temporada electoral. Si la presidenta insiste en su esquema de lucha “contra las fuerzas oscuras”, quizá siga el camino de Santiváñez. Su propia inseguridad le impide acercarse a los otros poderes del Estado y liderar la lucha contra la delincuencia.
Preguntamos, con ella, “¿de quién es la responsabilidad?”.