Por dinero, por Gonzalo Portocarrero
Por dinero, por Gonzalo Portocarrero
Redacción EC

no oculta su rostro de las cámaras que lo fotografían. No tiene esa vergüenza o culpa que hace que los criminales bajen los ojos y oculten la mirada. Tampoco es que adopte la actitud desafiante del fanático, pero su gesto es de incredulidad y sorpresa. Como si no hubiera hecho nada malo y no supiera a qué atribuir su detención. Pero Cristian Cruzate es un sicario que mata por encargo: por asesinar a le pagaron S/.5.800. 

En las declaraciones habla con desparpajo. “El nombre de Nolasco estaba ‘pedidazo’ en todo y el norte chico. La gente de arriba quería su cabeza y su cabeza tenía precio. Solo era cuestión de esperar [...]. Yo recibí información de que Nolasco estaba ‘regaladazo’ en Huacho... Nos juntamos para hacer el trabajo, matar a Nolasco”.

El sicariato es un trabajo que se hace por dinero. No hay huellas de sadismo, menos aun de una convicción fanática. El motivo es solo el provecho económico. Es solo un cálculo frío y racional el que mueve a Cruzate. Es un trabajo que anhelaba, pues estaba bien remunerado y parecía ser de poco riesgo. Él incluso sugiere que había una suerte de “recompensa” por matar a Nolasco, quien estaba ‘pedidazo’. Muchos lo sabían, pero él tuvo la suerte de estar allí en el momento indicado: “Estaba ‘regaladazo’ en Huacho”. No lo debe haber pensado dos veces: si él no lo hacía, otro se encargaría. 

Apreciar en el asesinato un ‘trabajo’ (ventajoso) supone una carencia total de empatía con la víctima, no hay compasión. Sorprende la falta de una conciencia moral que lleve a Cruzate a distinguir lo malo de lo bueno y que en su discurso solo encontramos el cálculo económico y la evaluación del riesgo. Cruzate parece no entender la gravedad de lo que ha hecho. Es como si no supiera que la sociedad rechaza el asesinato. 

Esta falta de conciencia moral significa una incapacidad de ponerse en el lugar del otro: de Nolasco y sus familiares. Tanta frialdad es indicio de que Cruzate no ha tenido vínculos significativos con otras personas, pues si nadie ha valorado su vida, él no tendría por qué valorar la vida de los demás. A través de los vínculos con las personas que nos quieren hacemos propios los valores que nos orientan en la vida. Estamos hablando entonces de alguien a quien nadie enseñó a amar. 

El psicópata no tiene culpa, pero no es tonto porque responde a un incentivo, mide el peligro. La ‘recompensa’ le parece adecuada y el riesgo bajo, pues sabe que la orden viene de ‘arriba’, de un lugar que le garantiza la impunidad. Entonces la situación es compleja. Personajes como Cruzate evidencian el debilitamiento de los lazos familiares. Él puede matar a sangre fría, pero, para que esta capacidad pueda ser vendida, es necesario que alguien la busque y la compre. Y en este caso los indicios apuntan a la organización política y criminal liderada por . Por ello, tenemos que la oferta, poner en venta la capacidad de asesinar, es un hecho que se enraíza en el deterioro de los vínculos familiares. Y, por otro lado, la demanda, la compra de este servicio, proviene de la corrupción que quiere eliminar un peligro. El ‘presupuesto’ para deshacerse de Nolasco era de S/.60.000, pero la mayor parte del dinero se quedó en manos de los intermediarios y a Cruzate le llegaron solo S/.5.800. Pero para Cruzate este resulta un precio atractivo debido a que la vida en el Perú vale muy poco. Hay demasiada gente dispuesta a matar. 

El Perú está asistiendo a la emergencia del sicariato. El encuentro de jóvenes sin conciencia con gente interesada en comprar sus servicios como forma de zanjar conflictos en torno a la repartición de los frutos de la corrupción. ¿Quién es más responsable? ¿Cruzate o quien lo contrató? ¿El asesino o el autor mediato? ¿Quién debe recibir una mayor sanción? No hay duda: la pena más drástica debe ser aplicada al autor del ‘encargo’, pues el asesinato resulta de su decisión. Y es quien gana más, aunque arriesgue menos. No pone su vida en juego. Por tanto, lo justo es que reciba la pena mayor. Sancionar la autoría intelectual es el camino más eficaz y justo para contener la plaga del sicariato.