Maite  Vizcarra

ha inaugurado su segunda presidencia y lo ha logrado con el apoyo abierto de la meca de la tecnología mundial, o todas las del Valle del Silicio. La agenda de este presidente disruptivo enarbola el discurso de la hegemonía de su nación –ya vienen los ‘golden days’–, y ese poderío ha encontrado su principal vehículo de tracción en la tecnología.

A él y a la pléyade de emprendedores tecnológicos que lo acompaña les tocará definir si hay que perseguir el origen de la información falsa en las redes sociales, si hay que defender los derechos de autor de los materiales utilizados para entrenar a la inteligencia artificial (IA) o si hay que hacer más sostenible el consumo energético de las grandes tecnologías. Y ya sabemos que nada de todo esto le parece necesario, aunque su ideología marcará la tecnología que mueve al mundo. Pero hay más.

Curtis Yarvin, el ideólogo del , critica duramente lo que se conoce como ‘La Catedral’, o la alianza entre la academia, la prensa y las élites culturales, argumentando que forman una red de influencia que ha impuesto el consenso ideológico de lo “políticamente correcto” (o ‘woke’) llegando a cancelar a los que disienten. Yarvin agrega que estas instituciones tienen el poder de moldear la opinión pública a través del control del conocimiento sin tener que rendir cuentas o responsabilidad ante el público.

Pero ahora, con Trump 2.0, lo que proponen Silicon Valley y sus emprendedores es armar una nueva coalición que enfrente a ‘La Catedral’. ¿Puede la tecnología transformar estas instituciones? Ya hemos visto la transformación del periodismo debido a la existencia de las redes sociales que han des-intermediado la relación entre la prensa y la opinión pública.

Conviene preguntarse, entonces, qué visión tiene Silicon Valley –y, por lo tanto, Trump 2.0– sobre la educación y el impacto de la IA generativa (, por ejemplo). O cómo definirán la prestación de servicios de salud. De hecho, , ahora a la cabeza del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) que le acaban de crear, tiene como meta mejorar uno de los servicios más caros e ineficientes del mundo, como es el de EE.UU.

En el corazón del pensamiento tecnológico vinculado a la ideología de Trump se encuentran figuras claves del mundo empresarial y tecnológico. Y la tecnología está en la superficie, es lo más visible, pero su fuerza ideológica es la que puede llegar a transformar instituciones a diferentes niveles.

Porque Trump 2.0 comprende la tecnología como un proceso de transformación cultural y política que deberá generar nuevos sistemas a gran escala para solucionar cualquier tipo de problema. Habrá que estar atentos.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Maite Vizcarra es tecnóloga, @Techtulia

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