Veinticuatro meses en el poder se concentran en un solo instante: la disolución del Congreso hace cinco meses. ¿Será suficiente para hablar de un “legado político” en el caso del presidente Martín Vizcarra? Para muchos peruanos, sí. Para quien escribe esta columna, de ninguna manera. En los próximos días Vizcarra cumplirá dos años en el poder (juró al cargo el 23 de marzo del 2018, tras la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski), y salvo su manejo decidido durante la crisis de gobernabilidad que lo enfrentó al fujimorismo y sus aliados, es muy poco lo que podría rescatarse de una gestión que pudo –y debería– hacer más. Aún restan 16 meses más en Palacio, por lo que es necesario exigirles a Vizcarra y compañía un compromiso mayor para liderar el país de manera eficiente, no solo administrando las crisis sectoriales que se suceden –desde lo económico a lo social– unas a otras. ¿Será mucho pedir?
Parecería que sí, tratándose de un mandatario que solo mostró audacia para encarar en su hora más necia al fujimorismo, pero no cuando debía diseñar y defender un plan de desarrollo para el proyecto minero Tía María, por poner un ejemplo. Luego de varias idas y vueltas, Vizcarra arribó al punto más cómodo para él y su administración (“Durante mi gobierno, Tía María no va”), sin atreverse a plantear y negociar alternativas que fueran realmente atractivas para el sur y para quienes protestaban. ¡Y agárrense que este 2020 será un año preelectoral a toda mecha para antimineros y afines!
¿Se cierne alguna nueva amenaza sobre Vizcarra? Desde la oposición, ninguna. El presidente carece de bancada propia en el nuevo Congreso, pero a la mayoría de partidos no les interesa confrontarlo. Algunos lo harán: UPP, Frente Amplio y paren de contar. Lo que no significa que se deje de interpelar o de exigir la salida de algún ministro. Difícilmente se llegará a una “censura”, dado que se considera que nadie superará al Ejecutivo poniéndose zancadillas a sí mismo. Con Vicente Zeballos o sin él al frente del Gabinete, será lo mismo. Al presidente parece no interesarle reclutar mejores ministros, y menos en su último año.
Vizcarra tampoco representa una “amenaza” al 2021, por lo que los partidos enfocarán sus energías electorales en atacar el modelo económico, algo que ya hemos visto no le interesa defender al jefe del Estado. “¿Para qué?”, pensará, mientras mira su aprobación en las encuestas. Según estas, a la mayoría parece agradarle el estilo Vizcarra. Sin embargo, sin adversarios políticos a la vista es probable que ahora sí afloren exigencias mayores en campos como la seguridad ciudadana y el deficiente crecimiento de la economía (lo que se dejará sentir en el bolsillo de la gente), complicando la travesía final del presidente. Los peruanos no merecen más de lo mismo.