Maite  Vizcarra

Por estos días estoy leyendo el último libro de Jamie Susskind (“República Digital”) y una de las frases célebres del libro bien podría ser una adaptación de aquella usada por los movimientos feministas en los años 70 para identificar sus luchas: “lo personal es político”. Pues, según Susskind, hoy debemos saber, también, que lo es político. ¿Eso qué significa?

Primero, que Internet ha premunido de muchos instrumentos a la gente de a pie no solo para que se exprese, sino, y sobretodo, para que interpele al poder formal, ese que resulta de los sistemas de gobierno, tipo las democracias. En ese sentido, si estamos casi todo el tiempo deliberando sobre cualquier cosa en las redes sociales vía un ‘like’, resulta insuficiente que el viejo sistema nos consulte tan poco y cada cierto tiempo.

Segundo, porque no solo ha afectado a la ‘demos’, sino, también, a quienes pretenden ser la voz de esa ‘demos’. Se reclama, entonces, la irrupción de nuevos actores que sepan usar la lógica de lo digital y que se comporten según tal. Es decir, como ocurre en las comunidades de Internet, donde todo lo que se comparte se hace de manera abierta/transparente, colaborativa e interactiva.

Tercero, porque está cuestionando los espacios en los que hoy se forjan quienes llegan al poder, esto es, los mismos partidos . Aún cuando son pocos los casos de partidos políticos innovados por la tecnología –el Partido Pirata de Islandia o el Partido de la Red en Argentina–, los que existen vienen ganando espacio y con él la opción de hacer las cosas de manera radicalmente distinta.

De estas tres consideraciones planteadas, es claro que en Latinoamérica ya se han hecho sentir las tres, aunque en diversas magnitudes. Y respecto del Perú, podríamos decir que las dos primeras andan flotando en el ambiente desde hace varios años, aunque aún de manera incompleta.

Por decir algo, ya nadie duda de que la ciudadanía usa las plataformas digitales para hacerse sentir de diversas formas. Asimismo, pese a que no hemos tenido un candidato o político hacker ‘per se’, sí es claro que la oferta de actores políticos valora mucho el uso de lo digital, aunque solo en el extremo de la resonancia y el mercadeo.

Sin embargo, es en las canteras donde han de forjarse los nuevos activistas políticos donde menos se ha avanzado en el país. Esto, claro está, no debe llamar a sorpresa siendo el Perú un lugar en el que el sistema de partidos políticos está adocenado, por no decir malhadado. Muchos consideran a estas organizaciones como desfasadas –cuando no corruptas–, poco flexibles e ineficientes de cara a las dinámicas de participación con incidencia de una ciudadanía que es cada vez más activista y menos partidista, más llamada a la acción colectiva directa y menos a la representatividad.

Es, justamente, la presencia de un activismo ciudadano tan claro que, probablemente, ya sea tiempo de pensar en una nueva manera de organización política que, además, no se sostenga en la presencia de un caudillo histórico, sino, más bien –tal como lo sugería aquí la semana pasada–, en una escudería de hackers políticos, es decir, innovadores sociales que usen la tecnología para lograr cambios.

Como la imaginación es “la loca de la casa”, me imagino una organización tipo una comunidad digital que logra elevar las causas, reclamos y propuestas más urgentes a la agenda política, materializándolas a través de campañas análogas, en las calles y ‘online’, mediante movilización digital, con una gran capacidad de adherir activistas y viandantes.

En otras palabras, grupos de activistas organizados que responden a una voluntad colectiva de ajustar la agenda política nacional a lo que realmente demanda la ciudadanía con urgencia. Grupos de activistas que participan en los procesos de toma de decisión de forma directa, constante, y bajo lógicas colaborativas que permitan consensos más allá de la mera retórica, tan ‘old school’, dicho sea de paso.

Maite Vizcarra es tecnóloga, @Techtulia