Fernando Cáceres Freyre

Aunque la política debería ser el arte de llegar a consensos, en la práctica –más aún con la emergencia de las redes sociales– es el arte de la confrontación. Las últimas en el Perú –y varias partes del mundo– son una muestra de ello.

Qué duda cabe de que, en nuestras últimas elecciones, el “partido” más importante ha sido el . Así ganaron Castillo, PPK y Humala. Todos arrastraron consigo con éxito a quienes se plegaron al antifujimorismo. Pero ese polo hoy no está solo. Hay otro que viene creciendo, que podríamos llamar el .

El anticaviarismo es un concepto que hoy es usado –por los rivales– para designar una amplia gama de políticos e instituciones sobre todo de izquierda, y que va desde los más radicales hasta los más moderados. Es importante destacar que el 63,6% de quienes están familiarizados con el término no se siente cercano (o se siente lejano) a los caviares (Ipsos), más allá de exactamente quiénes son. Vale decir, oponerse al caviarismo puede traer réditos políticos.

La mandataria Dina Boluarte no parece ser ajena a la política de la confrontación. Hace pocos días, Boluarte denunció que “ahora allanan el domicilio del ministro Santiváñez y su despacho porque saben perfectamente que les estamos haciendo la guerra a los caviares que tenían capturado al Ministerio del Interior (...). Pueden allanar el despacho de todos los ministros si así dispone la fiscalía, que está jugando en pared con esa mala prensa para dar un ‘golpe de Estado blanco’. Ahora, los golpes de Estado ya no vienen del Ejército, sino del Ministerio Público”. Una declaración que fue secundada por el primer ministro, el ministro de Educación y el de Cultura.

La referencia a la “guerra contra los caviares” se alinea en contra del enemigo señalado por varios partidos como el fujimorismo, el partido del alcalde López Aliaga (Renovación Popular) y hasta Perú Libre. ¿La presidenta podría estar buscando aliados que le permitan mantenerse en el cargo luego de abril? Desde el próximo mes, cuando se dará la convocatoria de elecciones, se cierra cualquier posibilidad de que estas se adelanten, aun cuando la presidenta sea vacada; es decir, desde abril el Congreso ya no puede ser disuelto. Por tanto, la presidenta se vuelve más prescindible que nunca para los congresistas.

La estrategia parece haber dado algún fruto inmediato si consideramos lo dicho por el congresista Alejandro Aguinaga del fujimorismo: “Cuando una presidenta de la República se enfrenta a la mafia caviar que corrompe la democracia y manipula la justicia a su antojo, lo mínimo que merece es respaldo. No es coincidencia que la fiscalía, parte del PJ, ONG y la prensa sumisa, que en su momento blindaron a la dupla Odebrecht-Gorriti, ahora apunten sus armas contra funcionarios que han osado desafiar el poder caviar enquistado en el Estado (…)”.

En las próximas elecciones es altamente probable que, en ausencia de obras y acciones que mostrar, las retóricas políticas se centren en atacar a los polos, sea el fujimorismo o el caviarismo.

En una línea similar, Carlos Meléndez explica que “en un contexto en el que las ideologías propositivas están en crisis, donde la socialdemocracia está en crisis, donde el neoliberalismo está en crisis, la política se moviliza en contra de estos dos grandes fantasmas del siglo XX (el comunismo y el fascismo)”.

Para los congresistas que desean reelegirse o que sus partidos tengan oportunidades en las próximas elecciones, es imperativo distanciarse de Boluarte, bajo pena de ser tildados de aliados de un gobierno cuya popularidad está cercana a cero. Nadie querría –al menos lógicamente– ser tildado de ser la encarnación del continuismo del gobierno de Boluarte.

Pero quizá la emoción de apuntar contra el enemigo común y alimentar la confrontación pueda más que la razón, y Boluarte termine ganando adeptos que necesita con urgencia.




*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

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