(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Kenji Fujimori Higuchi

Hago hoy un llamado a empoderar al maestro, para que pueda tratar de igual a igual con el funcionario, con el administrador, con el ministro.

Exigimos a nuestros maestros que pasen evaluaciones cuando no cuentan siquiera con la capacitación adecuada. Pero la exigencia tiene que ser recíproca, porque son justos sus reclamos.

Mi padre fue maestro. Para serlo hay que tener vocación. Algunos recorren muchas horas para llegar a colegios lejanos. En el Cusco, en Puno, en Piura, en Lambayeque, en Junín, en las provincias de Lima que he recorrido este año en el Perú, se exige a los maestros rendimiento. Sin embargo, ¿nos hemos puesto a pensar acaso en las condiciones en que trabajan? No son adecuadas, y en ocasiones son infrahumanas. Falta infraestructura y equipos. He visto colegios con piso de tierra o sin techo, que no tienen carpetas, donde los niños están expuestos y los maestros no tienen útiles ni libros, mucho menos computadoras, o las que tienen –del año 98– tardan 15 minutos en encenderse, con disqueteras de 3,5”, donde no hay fotocopiadoras y donde el profesor de su propio peculio debe ir a una cabina de Internet a sacar copias del material didáctico.

He visto colegios sin puertas ni ventanas en Chosica, no en lugares apartados, con carpetas de hace 20 años, con niños expuestos a termitas. He visto colegios con techos de calamina con agujeros o con filtraciones de agua. En muchos lugares, los profesores terminan siendo maestros de obra, pidiendo una faena comunal para reparar el colegio.

Empoderar al maestro es la manera de corregir esta situación que se repite una y otra vez a lo largo del país.

En la otra mano, la meritocracia no es negociable. Pero la forma que esta deba tener puede adaptarse a las posibilidades y a las necesidades. La evaluación es una herramienta imprescindible, pero no tiene que ser una medida terminal que condena al maestro de una manera fatal a un despido irremediable.

Las escalas salariales van en función a la evaluación, a la meritocracia, porque el esfuerzo del maestro debe ser recompensado. Pero si el maestro no pasara la tercera evaluación, ¿acaso debe quedar marcado de por vida como por un tatuaje? ¿Frustrado por la inseguridad? ¡El miedo al despido es la razón por la que no termina la huelga!

No tiene que haber necesariamente un límite en el número de evaluaciones. Si el maestro no aprueba la tercera oportunidad, puede haber un plazo para intentar una cuarta o una quinta evaluación. O, alternativamente, acogerse de manera voluntaria a una jubilación anticipada a los 55 años o a alguna otra fórmula posible. Es la imposición lo que no se soporta.

En este sentido, me he puesto a disposición de los maestros, del presidente de la República y de la ministra para alcanzar una solución a la huelga como una sola fuerza. No se puede hacer cálculo político ni demostración de poder con la educación de los niños. La educación es el puente hacia el futuro.

El autoritarismo burocrático del administrador ha desplazado al docente en la educación pública peruana. Es hora de empoderarlo, de recordar que el administrador debe subordinarse al maestro y no a la inversa. Porque el maestro es el arquitecto del futuro de una nación.