Enjaulados, por Carmen McEvoy
Enjaulados, por Carmen McEvoy
Carmen McEvoy

El antropólogo Roger Bartra escribió un magnífico libro como respuesta a la crisis y al despotismo político que azotaba a su México natal. “La jaula de la melancolía” (1987) es un análisis puntual en torno a las especies mutantes más resistentes al cambio: los ajolotes. Larva de una salamandra capaz de reproducirse con facilidad, el ajolote es eternamente infantil. Tal como lo era el régimen político mexicano. Una democracia larvada incapaz, de acuerdo con Bartra, de metamorfosearse en un proyecto portador de modernidad y progreso para sus millones de conciudadanos. 

En días plagados de desconcierto, corruptelas e incluso de repeticiones históricas casi textuales, la brillante alegoría de Bartra sobre un México condenado a caminar en círculos concéntricos resulta muy pertinente para el Perú. ¿Cómo no acudir a la sabiduría de Bartra después de escuchar al presidente Kuczynski consagrando la nación al Corazón de Jesús? Un exabrupto similar al de su par Augusto B. Leguía, quien hace casi un siglo debió ceder su sagrada intención ante las protestas de miles de peruanos. El autodenominado presidente republicano y liberal, quien nos prometió una revolución social en democracia, súbitamente olvidó que en un sistema político moderno la religión pertenece al dominio de lo privado. Por otro lado, de las conversaciones sostenidas por su asesor Carlos Moreno –quien nos recordó que el “estar al lado del presidente” nos “abre todas la puertas”– es posible colegir que las redes de corrupción siguen vivas y coleando en Palacio de Gobierno. Como lo han estado por décadas, esperando por ese “negociazo” del que dio cuenta detallada un médico que traicionó, en vivo y en directo, el juramento hipocrático.

No estoy de acuerdo con la visión del mundo que tiene la congresista Cecilia Chacón y menos con su estilo, digamos desenfadado y carente de mesura. Sin embargo, creo que en estos días de destapes y múltiples estropicios la señora Chacón ha rescatado una idea-fuerza que podría conectarnos de manera directa con la visión bartriana de la historia y su aplicación en el Perú. Evidentemente alterada y haciendo referencia incluso a la silla eléctrica, la presidenta de la Comisión de Presupuesto afirmó, en una entrevista que le hicieron sobre la muerte civil, que en el Perú temas que se discuten como novedosos realmente no lo son. Y tiene toda la razón. El Perú es una suerte de espacio surreal donde el mito del eterno retorno cobra vida de manera cotidiana. Pienso por ejemplo en la terrible lacra de la corrupción, que reaparece, una y otra vez, con un nuevo alias y agazapada en las entrañas del gobierno de turno.

El concepto de la jaula de la melancolía, del batracio condenado a no crecer, funciona mejor si el olvido se expande como ocurrió alguna vez en la mítica ciudad de Macondo. Para ello en el Perú contamos con muchos expertos en el tema. Por ejemplo, el congresista Galarreta, compañero de bancada de Chacón, quien afirma muy suelto de huesos que Vladimiro Montesinos, asesor del ex jefe de su partido y hoy en la cárcel, no tenía el poder que muchos imaginamos. Repartir maletas con millones de dólares para comprar lealtades políticas, intervenir en los ascensos creando escalafones militares hechos a la medida del poder, manipular las elecciones dejando un reguero de muertos y heridos en el camino, desaparecer ciudadanos o convertir al país en su propia chacra y la de su jefe no es poder real para Galarreta. Solo una mera percepción de gente poco informada y, tal vez, llena de ese odio que tanto conmueve a los fujimoristas. 

Hace poco leí una serie de artículos sobre el futuro del proyecto liberal y pareciera ser que no pinta nada bien para este siglo XXI marcado por un horror indescriptible. Si en la filosofía de hace 25 años la deconstrucción competía con el liberalismo de John Rawls, en la filosofía actual, opina Slavoj Zizek, predominan dos orientaciones nuevas: las neurociencias cognitivas duras, que tratan de naturalizar por completo el cerebro humano, y la visión blanda del ser humano como un ente que puede resultar herido y ser una víctima. El liberalismo ya no está amenazado por la ausencia de libertad sino por tecnologías específicas. Porque, de acuerdo con Yuval Harari, estamos a punto de ser desbordados por una avalancha de dispositivos que lentamente van aniquilando el libre albedrío de los ciudadanos.

Para Zizek, la ilusión del mundo globalizado de hace veinticinco años va dando paso a una división mucho más marcada que la división de clases dentro de la propia sociedad humana. En un futuro la biotecnología y los algoritmos informáticos convergerán para trasladar la diferencia de clases a la constitución biológica de nuestros cuerpos y, así, las clases dominantes se irán convirtiendo en una raza aparte con un poder inimaginable. ¿Realidad o ciencia ficción? Difícil saberlo. Lo que sí resulta fácil deducir de una discusión que está ocurriendo en diferentes países de Occidente es que a los pueblos enjaulados y presos de sus viejos atavismos y taras históricas les espera un futuro muy negro. ¿Qué hacer? Le cedo la palabra al presidente Pedro Pablo Kuczynski y a la presidenta del Congreso, Luz Salgado.