De escándalo en escándalo, por Fernando Rospigliosi
De escándalo en escándalo, por Fernando Rospigliosi
Fernando Rospigliosi

Mark Mobius, directivo de una compañía que administra fondos por más de veinte mil millones de dólares, duda que los escándalos en el Perú perjudiquen al presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) porque “tiene un historial muy bueno”. (“Gestión”, 22/2/17). En verdad, son los piadosos deseos de un amigo de PPK

La realidad es que la sucesión de escándalos de los últimos cinco meses, desde el destape de los “negociazos” del asesor Carlos Moreno hasta la foto publicada por “Correo” (22/2/17) del presidente de Kuntur Wasi (Chinchero) en un almuerzo de agradecimiento a los colaboradores de la campaña de PPK están afectando seriamente al presidente y a su gobierno. 

En ninguno de esos casos hay evidencias –hasta ahora– que impliquen a PPK en un acto de corrupción. Pero muy pronto ha perdido una de las cualidades más importantes que le permitieron ganar las elecciones: la imagen de honestidad y de capacidad de luchar contra la corrupción

En el final ajustadísimo de junio del 2016, probablemente fue decisiva la sospecha de que Joaquín Ramírez, congresista, secretario general y financista de Fuerza Popular, estaba implicado en el delito de lavado de activos. 

En esa elección no estaban en juego posiciones políticas o ideológicas radicalmente distintas. Eran muy importantes, entonces, los atributos personales de los candidatos. (Esos caracteres no prefiguran al gobernante, como sostuve la semana pasada en esta página, pero sí son sustanciales para que los electores definan su voto). 

No obstante, PPK, que ha sido muy hábil para incrementar su capital financiero a lo largo de su vida, está dilapidando su capital político en unos pocos meses. Y eso es muy peligroso para un presidente débil de un gobierno precario. 

Como dice John B. Thompson en su libro “El escándalo político. Poder y visibilidad en la era de los medios de comunicación”: 

“El escándalo puede erosionar los cimientos del poder político precisamente porque puede destruir (o amenazar con destruir) un recurso vital en el que, en una u otra medida, han de confiar los políticos –a saber, su reputación y buen nombre, así como el respeto que les conceden tanto los demás políticos como el público en general–. Destruir o perjudicar su reputación es destruir o perjudicar su credibilidad, y por consiguiente, debilitar o socavar su capacidad para persuadir e influir sobre otras personas, su capacidad para garantizar un vínculo de confianza y hacer que sus palabras se transformen en hechos. Sería, por tanto, un completo error considerar que el escándalo es un fenómeno superficial o una frívola distracción respecto de la auténtica sustancia de la política. Y ello porque el escándalo incide en las verdaderas fuentes del poder y puede tener (y a menudo tiene) consecuencias materiales sustanciales para los individuos y las organizaciones que se ven afectadas por él”. 

Los escándalos, además, tienen un efecto acumulativo. Si se crea la impresión de que el presidente está rodeado de personas acusadas o sospechosas de corrupción, si cada mes o cada semana se denuncia un nuevo caso, se va instaurando la sensación de que gran parte o todo el gobierno está impregnado de corrupción

Los escándalos contribuyen a reducir la confianza en el presidente y su popularidad, y cada vez tienen un efecto más destructivo. No es lo mismo un escándalo cuando PPK tenía 70% de aprobación que cuando tiene 35%. 

Hasta ahora el gobierno intenta evadir la realidad, minimizando la importancia que tienen los escándalos y, por tanto, no dedica el tiempo y los recursos políticos necesarios para enfrentarlos. 

El último que lo ha afectado, la denuncia del diario “Correo” mencionada, tiene obvias implicancias. El congresista ‘Vitocho’ García Belaunde ha señalado: “Yo creo que no solo hay que interpelarlo, sino censurarlo y es una vergüenza nacional que el señor Vizcarra se quede al mando del despacho presidencial cuando el presidente se va de viaje”. (El Comercio, 22/2/17) Por lo menos tres bancadas coinciden en la interpelación. El fujimorismo prudentemente, observa. Le conviene debilitar a Vizcarra, pero no aparecer como la punta de lanza del ataque, para no dar la imagen de intransigencia. 

¿Así es que el vicepresidente no es apto para reemplazar al presidente? 

No hay que olvidar que los escándalos son uno de los tres componentes esenciales para el derrocamiento de los gobiernos por la vía constitucional.