Exámenes improcedentes, por Fernando de Trazegnies
Exámenes improcedentes, por Fernando de Trazegnies
Fernando de Trazegnies

Hace unos días se ha promulgado una norma sobre la renovación del brevete para manejar un vehículo público y que, acertadamente, permite renovar el brevete profesional más allá de ciertas condiciones y de ciertas edades del chofer. 

Sin embargo, es lamentable que no se haya aprovechado la ocasión para corregir de una forma más radical los desatinos del sistema actual para la renovación del brevete para uso privado.

Como es conocido, ello exige un certificado de salud, un examen de conocimientos y lo que se ha llamado “Aprobación del examen de habilidades de la conducción”. Este esquema es perfectamente válido para el joven de 16 o de 18 años que se inicia en el manejo de un automóvil y obtiene su primer brevete. Pero, ¿es válido tal tipo de examen para quien ha manejado durante 30 o 40 años de su vida? ¿Acaso se piensa ridículamente que esa persona quizá se ha olvidado de manejar un automóvil a pesar de que lo ha hecho durante la mayor parte de su vida? 

Obviamente, el candidato a una revalidación de su brevete tiene que pasar un examen médico-psiquiátrico para determinar si sus facultades son normales. Pero, ¿por qué volver a tomarle un examen de manejo como si se tratara de un joven novel?

En realidad, una persona de cualquier edad requiere ser examinada estrictamente por un médico –insisto, tiene que ser un médico– que determine el manejo de sus miembros, su estado nervioso, su vista, su audición, etc. 

En esta forma, se puede establecer que en algunos casos la persona, independientemente de su edad, no debe manejar un automóvil.

El sistema de brevetes ha sido desde hace muchos años bastante lamentable. Por ejemplo, si una persona olvidó la revalidación y tardó algo en tomar consciencia de este hecho, tiene que pasar exámenes no solamente médicos y psicológicos, sino también nuevos exámenes prácticos, como si recién aprendiera a manejar. Ha manejado durante 60 años pero, por no haber renovado su brevete apenas caducó, está sujeto también al llamado “examen” práctico, como si recién aprendiera a manejar. Y, lo que es más grave, quien ha pedido la renovación resulta muchas veces desaprobado en ese examen práctico. 

¿Y cuáles son las razones de tal desaprobación? Se indica que al cuadrar el auto en diagonal pisó la línea amarilla; o que, al cuadrar el auto paralelo a la vereda, lo colocó muy pegado a la vereda. Otra posibilidad es que el enredo de vías que se usan para los exámenes, y dados los defectos de señalización, la persona examinada, al finalizar el examen, se retiró del campo de pruebas por una “calle” y no por la otra. Conclusión en todos estos casos: examen desaprobado.

Resulta muy curioso que inmediatamente luego de sucedidos esos hechos que frustran la aprobación, surjan de distintos lados personas que se ofrecen para entregar una renovación del brevete, con todas las aprobaciones requeridas, sin pasar por ningún examen. Y aseguran que el brevete obtenido de esta forma nunca podrá ser objetado porque se encuentra debidamente inscrito en todos los documentos administrativos correspondientes (posiblemente, incluyendo unos resultados falseados de los exámenes). Ante eso –no digo que sea necesariamente así –podría pensarse que la desaprobación de los exámenes prácticos no es sino la forma de enviar al chofer a manos de los tramitadores informales.

De esta forma, una persona con años de experiencia en el manejo, aun si es un perfecto chofer de su automóvil, queda desaprobada por una nimiedad meticulosa. 

No pregunto si esto es justo, porque creo que la respuesta es obvia. Pero, simplemente, ¿es esto razonable? ¿Se puede negar el brevete a quien ha manejado toda su vida, a quien no tuvo faltas ni accidentes a lo largo de su vida y ahora se lo acusa de haber pisado el extremo de la línea amarilla al momento de cuadrar su auto durante el “examen”? 

¿Se puede exigir a esa persona que, habiendo sido aprobada por los exámenes médicos, pierda su tiempo dando estos “exámenes prácticos”? Lo normal, ciertamente, es que se le haga un examen médico y psicológico cada cierto tiempo. Pero, ¿que se le ponga como a un niño en una pista de entrenamiento mal diseñada…?

Según tengo entendido, el examen práctico va a dejar de realizarse en el local del Touring Club y pasará a tener lugar por las calles de la ciudad, acompañado por un examinador. No quiero ni pensar en el riesgo que va a implantarse en las calles de Lima si se lanza por ellas a personas que definitivamente recién han aprendido a manejar. Y, por otra parte, si ya hemos visto lo que sucedía con pisar la línea amarilla, ¿qué puede suponerse como una falta lo que se le ocurra al “práctico” que acompaña al examinado? ¿Y cómo comprobar que tal falta efectivamente se cometió? ¿La palabra del “examinador”? Me temo que se seguirán dando brevetes por debajo de la mesa, como sucede ahora… Incluso será más fácil para el aprovechado examinador.