(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Enrique Bernales

El Perú tiene una democracia constitucional. Suena bien, pero la Constitución no vive de la belleza de su texto, sino de su vigencia en la realidad, de su enseñanza en todos los niveles sociales, hasta convertirse en elemento básico de la conciencia ciudadana. Si así fuere, funcionarían mejor las instituciones políticas y sociales del país.

¿Cuál es la realidad que vivimos? Soy estudioso de la historia, pero estoy convencido del enorme acierto del maestro Jorge Basadre cuando calificó al Perú como el país de las posibilidades y las oportunidades perdidas. ¿Por qué rechazamos mirarnos en esa maestra que es la historia, es decir, la vida? Allí están ejemplos inspiradores y errores irrepetibles.

Mirémonos en lo que sucede actualmente. Se dice que nuestra democracia es frágil y que el gobierno de PPK es débil. Ambas cosas son ciertas. ¿Por qué? Tal vez existe la equivocada creencia de que la gobernabilidad se basa exclusivamente en la correlación de fuerzas entre quienes gobiernan en el Ejecutivo y quienes tienen control de la mayoría en el Parlamento. En ese contexto, donde pocas veces se dialoga y prima el enfrentamiento entre poderes, rige una idea mediocre de la política, donde la Constitución pesa poco o nada.

Me dirijo, pues, al presidente del Consejo de Ministros para preguntarle, ¿conoce el artículo 123 de la Constitución? ¿Es usted consciente de que es “después del presidente de la República, el portavoz autorizado del gobierno”? ¿Fue en ejercicio de esa función que acusó al Congreso de abuso del poder y a la mayoría opositora de ser obstruccionista? ¿Es esa la posición oficial del gobierno del que es usted portavoz constitucional? ¡Qué difícil entender, señor ministro, que es así como usted pretende mejorar las relaciones de colaboración, tan necesarias, con el Congreso!

Pero también las organizaciones políticas representadas en el Congreso deberían mejorar su disciplina. Deben evitar protagonismos individuales que pueden tener características de provocaciones verbales (a veces ausentes de un conocimiento más refinado de los dispositivos constitucionales que regulan el trabajo legislativo y de control que le corresponde al Congreso de la República).

Finalmente, me refiero al triste suceso de la muerte, por negligencia culpable, de cuatro jóvenes soldados en el Servicio Voluntario en el Ejército. Señor ministro de Defensa, usted que es un político hábil sabe que el Ejército es una institución netamente jerárquica, donde las órdenes vienen de arriba hacia abajo sin varianza en los escalones intermedios. Sabe, por su sólida formación universitaria, que como dice Max Weber, el Ejército es la institución castrense más burocrática, donde todo está escrito en protocolos rigurosos que se cumplen sin dudas ni murmuraciones, aunque algunas veces estén basados en tradiciones arcaicas que priorizan la disciplina a la Constitución como valor supremo, aunque dispongan violaciones de la dignidad humana, que es lo que manda el artículo 1 de la Constitución vigente.

Presumo, señor ministro, que usted no ignora que el comandante general del Ejército tiene responsabilidad funcional en los sucesos que ocasionaron la muerte de esos cuatro jóvenes soldados, a los que llevaron a una playa de mar imbatible, donde el oficial de turno los trataba de “perros”, sin resguardo y protección de ningún tipo. Se trata de una práctica habitual que el comandante general no ha prohibido (debiendo hacerlo), y que mantiene el trato de “perros” a los soldados voluntarios y al personal subalterno en general, así como los castigos físicos, cosas ambas inaceptables.

¿Sabe, por último, señor ministro, que el actual comandante general ascendió indebidamente a general de división, previo desplazamiento y pases al retiro de oficiales que tenían los méritos para el ascenso y cargo de comandante general? ¿Sabe que este general dijo públicamente que no era necesario para ser militar, ser inteligente y que con la lealtad y disciplina era suficiente? Pero, y a pesar de esta ofensa a los militares del Perú, usted lo ha mantenido en el cargo.

Señor ministro, le pido, como ciudadano y profesor universitario de Derecho Constitucional, que lo remueva. Y al Congreso, especialmente a la Comisión de Defensa, que persista en la fiscalización que, por mandato de la Constitución y respeto a la dignidad humana, debe hacer.