Feliz día a ti... y a ti también, por Carlos Galdós
Feliz día a ti... y a ti también, por Carlos Galdós
Carlos Galdós

Feliz día a todas las mujeres que se hicieron madres cuando todavía no terminaban de ser hijas. A las que se comieron el roche y siguieron adelante ante las miradas inquisidoras de sus compañeras de colegio. Feliz día por cada lágrima que botaron cuando sus padres les dijeron que se fueran de la casa. Por el miedo que sintieron frente a la nueva responsabilidad que de por vida adquirieron. A las que tuvieron el apoyo de sus padres, también felicidades.

Feliz día a las que decidieron no hacer caso a la barrera del tiempo, a las que le sacaron tiempo extra a su naturaleza, a las que guerrearon mes a mes con tratamientos que vienen acompañados de mucha frustración, la misma que solo se supera con las ganas de ser mamá… Felicidades.

Feliz día a cada mujer que perdió un hijo y sobrevivió a ese hueco en el corazón. A la presión en el pecho que te quita el aire, al recuerdo, a la ilusión, a la pena y la culpa. Ustedes no son culpables de nada… ustedes también son madres.

Feliz día porque ser madre es un acto de entrega total desde el primer día. Por esos largos nueve meses de espera, de incertidumbre, por los primeros tres meses esperando que el bebe ‘pegue’, como se dice comúnmente. Por los días de dudas, por cada kilogramo que subiste (y te lo voy a decir una vez más... no estás gorda, estás embarazada, estás hermosa), por cada gramo de celulitis que el hombre que te ama jamás notará.

Feliz día porque ahora eres mamá, por ese miedo a no volver a tus medidas de antes, por la inseguridad frente a otras mujeres.

Si supieras que no necesitas mirar a los lados y que te has convertido en el ser más hermoso sobre la tierra. Gracias por dejar de ser tú para convertirte en mamá.

Felicidades por cada día con nauseas y reflujo, por las veces que dormiste sentada, de costado, con la almohada entre las piernas, por las 10 veces que fuiste al baño cada madrugada por la sensación de hacer pis a cada rato. Quiero que hoy sepas que es tu día por esos primeros cuatro meses que no dormiste ni una noche, por el miedo a que no te salga leche, por el dolor en tus pezones –que terminaron agrietados ya que insististe una y otra vez hasta que sangren porque sabes que no hay nada mejor en el mundo que la leche que produces–, por las veces que llamaste al pediatra en la madrugada, desesperada porque la fiebre no bajaba, por las otras tantas que te metiste a la ducha con tu bebe en brazos por culpa de la misma fiebre y el pánico a que se convierta en meningitis. Seguro te estás acordando cuando terminaste de limpiarlo: le pasaste su algodoncito con agua tibia, lo secaste, le pusiste el pañal y ni bien terminaste se volvió a ensuciar. Gracias por convertirte en un ekeko que lleva de todo por si algo pasa: mamaderas, chupones, babitas, ropa de recambio, crema para la irritación y, como si fuera poco, un juguete para que el bebe no se aburra. Y encima seguro que tu esposo te pide que también le guardes la billetera en el mismo bolso.

Gracias a Elena, mi madre, a Yolanda, madre de Valentina, a Carla, mamá de Luca. Y a ti que estás leyendo estas líneas, también gracias.

Esta columna fue publicada el 07/05/16 en la revista Somos.