(Ilustración: Víctor Sanjinéz).
(Ilustración: Víctor Sanjinéz).
Alfredo Torres

Ante la evidente debilidad del gobierno de escribí la semana pasada un artículo titulado “”. En un ejercicio de ucronía, sostuve que el gobierno de habría sido también muy débil, no solo porque hubiese enfrentado, como PPK, a una mayoría absoluta de en la oposición parlamentaria, sino porque pronto se habría partido por la mitad, como en efecto ocurrió entre el Frente Amplio y Nuevo Perú, con el agravante de que el líder del Frente Amplio, Marco Arana, era su primer vicepresidente y, por lo tanto, el mayor interesado en que se produzca la vacancia de Mendoza.

Previsiblemente, el artículo recibió muchas críticas provenientes de la izquierda, aunque pocas observaciones de fondo, salvo la tesis de que Mendoza habría disuelto el Parlamento y convocado a una Asamblea Constituyente, como lo hizo Hugo Chávez en Venezuela en 1999. El error de esa tesis es que Chávez pudo tomar esa medida debido a que contaba con amplio apoyo popular cuando logró imponer su “socialismo del siglo XXI”. No es el caso del Perú, donde el apoyo a la izquierda es limitado debido a que el fujimorismo tiene gran arraigo en los sectores populares.

La ucronía alternativa sería, naturalmente, que la ganadora del 2016 hubiese sido . Como se recordará, ella perdió “por un pelo” la segunda vuelta. De haber ganado la presidencia, además del Parlamento, el suyo habría sido un gobierno fuerte desde el inicio, con las ventajas que esa posición brinda al ejercer el poder. Por ejemplo, habría tenido un Congreso que habría aprobado rápidamente los proyectos de ley del Ejecutivo y que seguramente no habría censurado a ningún ministro ni menos a un Gabinete.

Pero el riesgo de la concentración del poder es que puede llevar al abuso del mismo. A la luz del comportamiento de Fuerza Popular ante los procesos judiciales que enfrenta, es razonable suponer que habría intervenido arbitrariamente la fiscalía y el Poder Judicial, además de nombrar magistrados afines en el Tribunal Constitucional. Pero el abuso del poder también genera una mayor resistencia. El recuerdo del autoritarismo y la corrupción de los años 90 es lo que ha alimentado desde entonces el antifujimorismo. No es difícil de imaginar que la resistencia social a un gobierno de Keiko Fujimori habría sido muy intensa y violenta, lo que podría haber generado a su vez un mayor autoritarismo para reprimirla o un mayor populismo para aplacarla.

Una decisión difícil para Keiko Fujimori habría sido el indulto a su padre. Para cumplir su promesa de campaña no lo hubiera hecho de inmediato, pero si demoraba mucho tiempo solo habría ayudado a acrecentar el apoyo de las bases fujimoristas a su hermano Kenji, como viene ocurriendo en la actualidad. En cualquier caso, cuando lo hiciere, habría activado aun más la movilización de los antifujimoristas.

Otra ucronía plausible habría sido que Keiko Fujimori hubiese aceptado hidalgamente su derrota en el 2016 y hubiera decidido cooperar con el gobierno electo, tal como lo reclamaba la opinión pública. Si eso hubiese ocurrido –y no hubiesen censurado al Gabinete Zavala o apoyado la moción de vacancia contra Kuczynski, por ejemplo–, el Perú no estaría ahora en la crisis política en que se encuentra y la economía estaría creciendo a mejor ritmo. Si hubiese tomado esa actitud, Kuczynski habría seguido perdiendo popularidad, por sus propias limitaciones y el desgaste que afecta a los gobernantes en el Perú, pero nadie habría podido decir que fue por culpa del obstruccionismo de Fuerza Popular. Le bastaba con ubicarse en una oposición moderada y responsable para ganar en el 2021. Ahora el futuro le es incierto.

El Perú se encuentra nuevamente al borde de otro proceso de vacancia, según declaró ayer el vocero de Fuerza Popular, Daniel Salaverry, a El Comercio. “Lo que hacemos en el Congreso es tomar decisiones políticas, por lo tanto, haríamos mal en ponernos una venda en los ojos y en permitir que un presidente con serios cuestionamientos continúe al frente del país”, señaló. Salaverry es muy cercano a Keiko Fujimori y esta influencia proviene de su amistad con el cuestionado Joaquín Ramírez, ex secretario general de Fuerza Popular.

Salaverry también enfatizó que, de producirse la vacancia, debe tomar la posta el vicepresidente Martín Vizcarra. La duda que quedó flotando es: ¿Apoyarían a Vizcarra para que haga un buen gobierno o seguirían por el camino del obstruccionismo que los ha caracterizado desde la injustificada censura al ministro de Educación, Jaime Saavedra?

Las democracias más avanzadas del mundo se desarrollan sobre la base del consenso. En el Perú, lamentablemente, reina la confrontación insensata. El día en que la política peruana se aleje de la corrupción y el encono y primen la honestidad, la empatía y la visión de largo plazo, el Perú habrá encontrado la senda hacia el desarrollo.