Gracias por el baile, por Carlos Galdós
Gracias por el baile, por Carlos Galdós
Carlos Galdós

Hace algunos años tuve la suerte de conocer en vivo y en directo a la mismísima Vania Masías Málaga. Me considero uno de los privilegiados que ha podido tomar clases de baile privadas con ella. Eran exclusivamente para mí, solitos los dos, dos veces a la semana. Y más allá de haber logrado con mucho esfuerzo aprender algunos pasos, más allá del milagro que logró Vania conmigo que soy un pata dura, descubrí a una mujer increíble, soltera en ese entonces, con una fijación que raya casi con la obsesión por rescatar a cuanto chico bailarín de semáforo se le cruce al frente.

De amplia generosidad, Vania podía pasarse más del tiempo pactado para mis clases con tal de verme ejecutar el paso correctamente. Y entre descanso y descanso, me contaba feliz el siguiente tramo de su proyecto que hoy ya es una realidad.

Cada vez que se abre el portón gigante de la cochera de la casa de sus padres en Chorrillos, en realidad se está abriendo la entrada a un mundo donde la palabra solidaridad se plasma de manera concreta en cada uno de los alumnos ad honorem que Vania forma. La cancha de squash, el patio gigante y unas cuantas habitaciones conformaban en aquel entonces los inicios de D1, su escuela de baile. “Mis papás están hartos”, me decía, pero a la vez, y luego de hacer un silencio, compartía conmigo historias fascinantes de cómo sus chicos –Los Ángeles de Arena– estaban transformando sus vidas gracias al baile.

Nada ha sido color de rosa para esta ‘villamariana’ que más bien parece una guerrera del Fanning. Que tiene tanta calle como clase. Y entiéndase por clase eso que mi abuela llamaba ‘don de gente’. “¿Puedes creer que hace una semana uno de los chicos me robó un wáter? Mis papás están asadazos”, me contaba. Y yo, desde mi mezquino universo, pensaba: “¿Entonces por qué lo haces? ¡Encima que los ayudas, te roban!”. Y ella, como si leyera mi mente, replicaba en el acto: “Pero hay que ayudarlos. Por uno que me robe no voy a parar todo esto".

Ha pasado el tiempo y Vania se ha convertido desde hace buen tiempo en el referente de la mujer emprendedora peruana, quien además ha puesto a disposición de muchas personas y empresas el cien por ciento de su talento buscando ayudar a los demás a través de sus montajes. Mezcla, Mezclados, Más Mezclados TuLima y Pura Calle no hacen más que hablarnos de cómo ella concibe nuestro país, como un todo donde las diferencias se encuentran para ser uno y salir adelante, sin taras sociales, sin distinciones de ningún tipo.

Administradora de empresas de una de las universidades más prestigiosas y académicamente exigentes del país, ganadora de medallas de oro y plata como bailarina de ballet, representante del Perú en múltiples festivales, con estudios de baile en Cuba y Boston. Con todos esas credenciales encima y con la posibilidad de hacer lo suyo y triunfar en solitario, su apuesta sigue siendo comunitaria y hacia los demás. Hoy, que tanto nos quejamos de la delincuencia y el pandillaje, aquí les va una fórmula que funciona, regenera y reintegra a la sociedad: el baile.

Gracias, Vania, por esos cientos de jóvenes pandilleros que pusiste a bailar. No me cabe la menor duda de que si de calle se trata, tú eres una peruana ¡PURA CALLE! (pero elegante, como diría Tego Calderón).

Esta columna fue publicada el 11 de junio en la revista Somos.