Sarcástica frase que en realidad quiere decir “no te molestes si hago lo que quiero”. Usada por alcaldes y contratistas de sus respectivas gestiones. De moda especialmente estas últimas semanas en zonas donde hay obras apuradas porque el alcalde (o alcaldesa) se va. El caso más clamoroso es la Costa Verde. Cerrado el circuito de playas en dirección norte-sur, sin ningún aviso previo ni plan de mitigación, desvíos ni señalización. Simplemente el contratista, con el silencio cómplice de Emape y los diseñadores de la Costa Verde, obligó a un sálvese quien pueda a través de Miraflores y Barranco, para llegar a Lima sur.
El resultado: Barranco colapsó. Con la llegada masiva de autos, micros, combis, camiones y el corredor azul generando la pérdida de miles de horas-hombre, combustible y contaminación inmisericorde, en plena COP 20. ¿Quién las repone? Amenazan que esta situación se prolongará hasta el 21 de diciembre y luego vuelve a partir de abril. Le dejan una bomba de tiempo a Castañeda.
Le echan la culpa de la demora a Mistura. Nada más falso. Hay un problema de concepto de la Costa Verde, de diseño de obras, programación y gestión, en el que el usuario es la última rueda del coche. También es una evidencia del vulnerable sistema vial de Lima que no tiene redes alternas.
La anunciada Costa Verde como el gran espacio público quedó convertida simplemente es una propuesta vial para transito privado con menos playas para el verano, pero además una propuesta improvisada que no está sujeta a un plan maestro. Las iniciativas privadas en Magdalena, San Isidro, Miraflores en el malecón, por más de US$500 millones, que podían haber financiado las obras públicas se quedaron congeladas hasta nuevo aviso.
Los traficantes de tierras también dicen “gracias por dejarnos trabajar”. Se acercan las invasiones de fin de año. El Comercio (2/12/2014) da cuenta de que en lo que va del año se han realizado 152 invasiones en Lima, sobre aproximadamente 3 mil hectáreas; casi el 5% del total de área urbana de Lima. Este es el modelo perverso del urbanismo de la pobreza. Pero la solución no es policial; la solución es una política de vivienda popular municipal y nacional, que tiene como condición el indispensable acceso al suelo de parte del municipio.
Casi el 50% de las invasiones se orientan hacia las pampas de Ancón en el norte, y Lurín y San Bartolo en el sur, ponen en riesgo las propuestas de un crecimiento ordenado de la metrópoli. Desafío para Castañeda ¿Cómo conducirá y financiará el crecimiento de la ciudad? Acaba de anunciar que recibe un municipio sin fondos y convocará a la inversión privada. Buena decisión. Lo más adecuado sería integrar todos los activos de la municipalidad (beneficencia, Serpar, Emilima, Costa Verde, etc.), en un fondo de capitalización municipal y usarlo como respaldo y contraparte de alianzas público-privadas, que incluyan al Gobierno Central. Con seguridad tendría una herramienta poderosa de financiamiento de proyectos para una ciudad que requiere un shock de inversiones.