La hipocresía del narcolegalizador, por Martha Meier M.Q.
La hipocresía del narcolegalizador, por Martha Meier M.Q.
Redacción EC

José Mujica, el ex terrorista tupamaro devenido en presidente de Uruguay, legalizó el consumo de marihuana y con ello, claro, se ganó la simpatía de una buena parte de los desubicados jóvenes burgueses de su país.

Un reciente video del periodista Krishna Andavolu, sin embargo, mostró la hipocresía del tupamaro sobre el asunto. En él, Andavolu, de la revista “Vice” (Vicio), dice: “Estoy fumando marihuana con el presidente de Uruguay”. A Mujica no le gustó mucho ese “con” y dejó sentada su postura sobre las drogas. Muy sonriente dijo: “Si para ser libre yo tengo que tomar una droga, estoy frito. La libertad la tengo acá o no la tengo”, y señaló su cabeza.

El uruguayo lo sabe bien, la marihuana no es una planta inocua, orgánica ni una droga blanda. No. Entre otras cosas es disparadora de enfermedades mentales. En Lima la edad de inicio de su consumo es de apenas 12 años, y se han registrado casos de niños de solo 9 años que la usan frecuentemente.

La marihuana es la droga de mayor consumo en la capital, donde se estima que casi un cuarto de millón de personas la consumen regularmente (10% de quienes la usan son menores de edad). El presidente de Uruguay sabe todo esto, así que su legalización debe tener la misión de adormilar a la población, de esclavizarla a un vicio y de que cada joven uruguayo adicto esté “frito” (para usar las palabras del propio Mujica).

Diversos estudios confirman la relación de fumar esa hoja con varias enfermedades mentales como la psicosis (inclusive puede producir reacciones psicóticas breves) y complicaciones en caso de esquizofrenia. Un estudio mostró que es mayor el riesgo de psicosis entre los adultos que la consumieron en la adolescencia, y  se la vincula también con la depresión, la ansiedad, los pensamientos suicidas y algunos trastornos de personalidad.

Otro efecto indeseable de su uso es el llamado síndrome amotivacional, es decir, la ausencia de motivación para participar en actividades gratificantes. Y ese desánimo permanente no es bueno para nadie, individual ni colectivamente.

La marihuana de hoy, además, es una droga mucho más potente, adictiva y dañina que la usada por los jóvenes de los años 70. Las variedades actuales (super skunk, big bad, silver haze, buble gumers, NL5xHaze) resultan de la hibridación y el uso de técnicas transgénicas. Cedro indica que es altamente adictiva y que su toxicidad aumentó hasta en 30%. Esa institución señala, además, que uno de cada cuatro usuarios menores de edad desarrollará dependencia, una adicción de la que solo podrá salir mediante rehabilitación.

En Lima hay una cierta mirada benevolente a esta droga –puerta de entrada, además, a otras–, y así a vista y paciencia de las autoridades en la capital hay hasta servicio delivery de la droga, e incluso hay forma de hacer pedidos por Internet. En la capital hay detectados 1.200 puntos de microcomercialización que cubren prácticamente todos los distritos.

Y mientras miles de jóvenes limeños están “fritos” por su adicción y no saben cómo salir de ella, los narcolegalizadores se cuidan de no caer en el vicio. Si serán hipócritas.