"Fortalecer identidades colectivas es un reto en tiempos marcados por un personalismo exacerbado que privilegia el beneficio y el placer individual".
"Fortalecer identidades colectivas es un reto en tiempos marcados por un personalismo exacerbado que privilegia el beneficio y el placer individual".
Javier Díaz-Albertini

Hace solo cinco días, el primer ministro británico Boris Johnson señaló: “Quiero ser honesto con el pueblo británico: muchas familias [...] perderán a sus seres queridos prematuramente”. Sin embargo, hasta el día de hoy los colegios siguen funcionando en el Reino Unido. El Gobierno está priorizando la ‘herd inmunity’ (inmunidad de rebaño), una estrategia que busca que un grupo significativo de los pobladores se infecte generando así una amplia comunidad inmune a corto plazo. Así funciona, por ejemplo, cuando la población vacunada (inmune) es mayoritaria.

En términos de la actual , significa que se privilegie a los más jóvenes sobre los adultos mayores y las poblaciones más vulnerables. La idea es que la gran mayoría de la población (los jóvenes) solo sufrirá un leve resfrío. La inmunidad de rebaño se alcanza con el 60% de la población; es decir, con cerca de 40 millones en el Reino Unido. Sin embargo, aún con una mortalidad de solo el 1% de los infectados, bajo esta táctica fallecerían 400.000 británicos.

En el fondo, Johnson está exigiendo un gran sacrificio en favor del crecimiento económico. Por ejemplo, portavoces del Gobierno Británico han anunciado que se perdería 3% del PBI si las escuelas cerraran cuatro semanas. En vez de tomar el camino más seguro, ya demostrado en varios países, Johnson está optando por una medida riesgosa que la mayoría de científicos critica.

Cuando Winston Churchill pidió al pueblo británico que sacrificaran sus vidas para enfrentar a las hordas nazi, estaba pensando en el futuro de la democracia y la libertad. Johnson, en cambio, está dispuesto a que se pierdan “seres queridos prematuramente”, pensando principalmente en las libertades económicas. El propulsor del ‘brexit’ sabe muy bien que su popularidad depende del crecimiento económico.

Al otro lado del Atlántico, otras dos autoridades populistas se han tardado semanas en embarcarse en estrategias para salvar vidas por no sacrificar el bienestar inmediato. Donald Trump declaró en enero que el virus estaba controlado y, a finales de febrero, que era una farsa orquestada por el Partido Demócrata. Recién el 13 de marzo, con miles de afectados y una creciente mortalidad, tomó medidas de gran envergadura. Se dio cuenta de que un pésimo manejo del COVID-19 pasaría factura en sus pretensiones de reelección. Y Jair Bolsonaro, presidente brasileño, ha declarado que la pandemia es una “fantasía” y una “neurosis”...

Los populistas –sean de derecha o de izquierda– no tienen capacidad de tomar medidas difíciles porque afectan su base de apoyo popular. Pero al no hacerlo a tiempo, luego deben dar un vuelco de timón y tomar medidas efectistas para borrar así los errores del pasado. Todo esto conduce a un tremendo costo personal, comunitario y nacional que pudo haber sido evitado.

Lo peor es que esta indolencia refuerza comportamientos egoístas ya presentes en el público. Para superar toda epidemia se necesita de la cooperación ciudadana construida sobre la base de la confianza, la integración y la solidaridad. Cada epidemia tiene características específicas porque atacan diferencialmente. Las epidemias de sarampión, polio y AH1N1, por ejemplo, afectaban a los de menos edad. El VIH en mayor proporción a los adultos jóvenes y el a los o a aquellos con salud vulnerable.

Fortalecer identidades colectivas es un reto en tiempos marcados por un personalismo exacerbado que privilegia el beneficio y el placer individual. Una muestra sintomática de esto último fue la reacción de una joven entrevistada al entrar a una fiesta en tiempos de emergencia sanitaria. Ella respondió que no había ningún problema en salir a juerguear y, al preguntarle si sabía que el contagio había llegado al Perú, dijo “obviamente, pero [a] nosotros nunca”. Es decir, al diablo con los viejos, diabéticos, asmáticos, personas con cáncer... Hay momentos en los que parece que lo único colectivo es la histeria, como quedó demostrado en las compras masivas de papel higiénico.

Creo que no exagero al decir que estamos en un momento propicio para sanar también nuestra dañada identidad nacional. Probémonos a nosotros mismos y al mundo que los peruanos somos capaces de actuar en favor del bien común y de ser respetuosos de las normas. ¡Nosotros nos quedamos en casa!