(Foto: Archivo El Comercio)
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Roberto Heimovits

Solo en los últimos tres meses, el terrorismo islamista ha golpeado tres veces a Inglaterra. En marzo, un ataque en Westminster, Londres, dejó cinco muertos. Otro en la misma ciudad, en junio, acabó con la vida de ocho civiles. Y en mayo, un terrorista suicida asesinó a 22 personas y dejó heridas a 59 a la salida de un concierto en Manchester, el atentado más sangriento en suelo inglés en 12 años. El Estado Islámico (EI) se atribuyó los ataques en Westminster y Manchester, afirmando que sus autores le habían jurado lealtad.
Ante esta sucesión de ataques cabría preguntarse si, por algún motivo, los movimientos islamistas terroristas –y en especial el EI– han decidido convertir a Inglaterra en su blanco principal.

Esto no es tan seguro. Ya antes Inglaterra ha sido blanco de atentados letales como los del 2005 en el metro de Londres, que causó 56 muertos. Además, otros países cercanos han sufrido recientemente ataques tanto o más sangrientos. Vale mencionar los atentados de París en noviembre del 2015 (137 muertos). En el 2016, hubo ataques en Bruselas, en marzo (32 muertos), y en Niza, en julio (85 muertos).

Para ahondar más en la pregunta veamos qué objetivos buscan conseguir con los atentados los principales grupos yihadistas (Al Qaeda y el EI) y dónde pueden reclutar a más militantes para realizarlos.

Los principales objetivos son tres: primero, llevar la guerra a “la casa de los infieles” (los países no musulmanes) que deben ser conquistados y, en lo posible, convertidos.

Segundo, hacer cundir el odio entre las poblaciones víctimas de los atentados contra los musulmanes, para que estos a su vez se radicalicen en masa y se sumen a la yihad.

Tercero, en julio del 2014, el EI ya había logrado conquistar el este de Siria y el noroeste de Iraq, pero en lugar de consolidar allí un protoestado sunita, su agresividad y su fanatismo religioso lo llevaron a lanzar nuevas guerras de conquista y esclavización. Eso causó que EE.UU. interviniera militarmente y ahora el EI está siendo malamente derrotado. Mosul, su capital en Iraq, está cerca de caer, y ha empezado una ofensiva para liberar Raqqa, su capital en Siria. Ante semejantes reveses, el EI trata de mantener su presencia redoblando sus atentados.

Pero estos tres objetivos podrían alcanzarse atacando a distintos países en Europa occidental, no solo a Inglaterra.

Lo mismo sucede con la facilidad para reclutar terroristas. En Inglaterra viven 2,7 millones de musulmanes, pero varios otros países europeos también cuentan con grandes poblaciones islámicas. Solo un pequeño porcentaje en cada país apoyaría al islamismo radical y estaría dispuesto a recurrir a la violencia, pero esto ya se traduce en centenares de reclutas y –quizás peor– indirectamente en los “lobos solitarios”, individuos radicalizados que actúan solos –como el camionero de Niza– lo que hace muy difícil detectarlos. Además, están los yihadistas veteranos que regresan de las guerras en Iraq, Siria y otros países.

En conclusión, y aunque difícilmente consolará a alguien en Inglaterra, es bastante probable que la reciente racha de atentados allí haya sido solo cuestión de oportunidad: la conjunción de blancos fáciles y de terroristas cerca. En realidad, los objetivos y la capacidad de reclutamiento de los grupos terroristas islamistas ponen no solo a Inglaterra en la mira, sino a varios otros países de Europa, y más allá incluso a países que quizás se pensaban libres de peligro, como ha podido verse con los recientes atentados en el Irán chiita.